En las pilchas del recao
se ve el paisano prolijo,
y se descubre, de fijo,
de qué modo se ha educao.
Sobre todo, si es aseao
y si es buen trabajador;
no mostrando el esplendor
de la platería labrada,
sino la prenda arreglada
con sencia de trensador.
Linda es la cincha bordada,
hecha de algún cuero blanco,
ande el criollo que no es manco
deja su sencia marcada.
Las riendas; las cabezadas;
el cabresto y el bozal;
y como un lujo el pehual
que asujeta el sobrepuesto,
ande se prende el cabresto,
trayendo algún animal.
La manea, asegurada
suele dir en el fiador,
prenda que con gran primor,
es, a veces, trabajada.
Como badana, sobada,
como acero resistente;
y el bozal, sobre la frente,
lleva las letras del dueño,
ande se nota el empeño
del tropero dilijente.
De un cuero bien estaquiao,
trabajao en redondel,
siendo a su costumbre fiel
hará un lazo bien trenzao.
Con hígado barnizao,
le puede dar suavidá;
y así, con facilidá,
pa’l trabajo lo maneja,
seguro que ande lo deja,
no le dentra la humedá.
Cada prenda del recao,
tiene un poquito de historia,
página que en la memoria
de nuestro gaucho ha quedao.
De día, sobre él sentao,
pasa su vida el tropero;
y al estilo más campero
cuando procura reposo,
lo halla en la noche dichoso,
siendo su cama el apero.
Versos de Evaristo Barrios
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