de Carlos Echazarreta
Haciendo rueda al fogón
(ese clú sin reglamento
ande dentra y toma asiento
dende el mensual al patrón),
estábamos de riunión
en aquel día lluvioso,
cuando, sumando alborozo
a nuestra justa alegría,
chorreando su picardía
cayó don Goyo Cardoso…
Dentró, según lo presumo,
punteando sus intenciones,
medio a los atropeyones
y echando la culpa al humo…;
pero con cuidado sumo,
y dispués de saludar,
se jué derecho a sentar
en un banco mecedor,
muy cerca del asador
donde había un costillar.
Se riyeron los paisanos
como buscando su enojo,
mirándose de reojo
y en malicia soberanos;
él se refregó las manos,
sacó luego su petaca,
miró el costillar de vaca
con ojo experto y sereno,
y empezó a tascar el freno
como su pingo en la estaca…
Pero no pudo aguantar
el vicio de la palabra-
con él su alegría labra
el gaucho más ejemplar;-
comenzó a desenrrollar
sus curiosos abigeatos,
y así, suspensa en los gratos
episodios de su vida,
la tarde quedó prendida
como abrojo en sus relatos!
Pocas veces en la historia
de nuestras ruedas camperas,
mentiras tan hechiceras
pusieron su ejecutoria;
y han quedao en la memoria
pa’ ejemplar recordación,
porque un bravo mocetón,
Don Carlos Echazarreta,
los envainó en su maleta
sin quitarles emoción.
Aquí están, en el rodeo
parejo de este corral,
ande no se ha errao un pial
ni se ha cortao un sobeo;
sabrosas como un deseo,
valientes como una lanza,
lindas como la añoranza
de nuestras verdes cuchillas
flotan como las golillas
de una risueña esperanza.
(Montiel, 11/1941)
Versos de Delio Panizza
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