variando mi
“rabicano”
me fui
hasta el rancho’e Casiano
pa’
cumplirle una visita.
¡Qué bien
que’l viejo recita,
como relata
una historia!,
con cuanta
pasión y uforia
lo describe
al personaje.
¡Si entre
tuito el paisanaje
no hay
naides con su memoria!
Dispués que
me galopié
las tres
leguas de un tirón
me hizo
buya el corazón
cuando su
rancho vistié;
pensé
yegarme de a pié
y agazapau
acercarme,
pero no
tardó en campiarme,
de lejos me
pegó el grito.
Quise
agarrarlo chorlito
y él fue
quien vino a’brazarme.
Don Casiano
¡qué gustazo!
de nuevo
volver a verlo,
pero es más
gusto tenerlo
estrechau
en este abrazo,
va
disculparme’l faltazo
-vine
antiyer de un arreo-,
mas, pronto
me anoticeo
que andaba
medio achacau,
y aquí
estoy a su mandau
como turco
pa’l falseo.
Ya mesmo viá
tomar nota
de lo que
le anda faltando,
el royo
vaya largando
y no me
diga ni jota;
anda de
camisa rota
y ansí no
lo quiero ver,
y si lo
vengo a’tender
es pa’ que
luzca prolijo
…porque sé
que soy el hijo
que siempre
quiso tener.
No dentre a
hacerme puchero
porque me
le hago perdiz.
Yo quiero
verlo feliz,
bien
entrazau, ¡bien surero!,
y en cuanto
moje el garguero
me largo pa’
lo del “Gringo”,
eso sí, me
iré en su pingo
porque’n el
mío he notau,
que le
molesta un candau
y por áhi,
me hace un respingo.
Güeno, ya
salgo tranquiando
pues vienen
nubes oscuras,
viá tráir
algunas achuras
pa’ luego
dirlas tajiando,
y pa’ que
vaya pensando
le dejo
colgada al gancho
mi opinión:
que le’s muy ancho
vivir entre’stas
paredes…
Déjeme pues
que me quede
p’hacer más
bulto en el rancho!
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