domingo, 19 de mayo de 2013

LLEGANDO A LA ESTANCIA

Muriendo, el sol, degollaba
l’últimas horas del día,
pintando, la lejanía,
con la sangre derramada;
sobre un cerro, recostada,
ya dentrando l’oración,
diviso una población
con potrero, y los corrales
de lienzo, pa’ los lanares,
el molino y el galpón.

Como andaba algo cansau
por siete leguas de viaje,
sintiendo qu’el achuraje,
me silbaba, por venau,
enderesié mi montau,
como la tropilla ansina,
p’aquel monte’e casuarinas
que se véia a la distancia,
coligiendo, era l’estancia
que llaman: “La Josefina”.

Llegando, pedí  licencia
p’hacer noche, y áhi nomás,
me lo acedió el capataz,
persona de conocencia,
hombre de mucha concencia
y gaucho, sindudamente,
trabajador y decente
que, como hombre cabal
nu he conocido otro igual…
“mejorando lo presente…”.

Lo conocí de resero
por pago’e los “Quiñiguales”,
tropiando unos animales
de marca’e los Ovejeros;
montando un pingo lucero
y engüelto en el engomau,
era un gaucho del pasau,
de los que pocos s’encuentran,
asigún tengo las mentas
de los pagos dond’he andau.

Después de bajar los bastos
y haber largau la tropilla
en un cuadro de gramilla
pa’ que le hicieran el gasto,
me juí, guasquiando los pastos,
pa’ la cocina ‘e los piones,
pa’ que algunos cimarrones
me sirvieran de aliviada,
y conocer la pionada
que había ganau los jogones.

Era el hijo del patrón
mayordomo habilitau.
mozo muy aponderau,
más bien alto y delgadón;
de güeña conversación,
muy educau y escribido;
decían de que había sido
estudiante, en la ciudá,
y que’ra ¡temeridá!,
lo mucho que había leído.

De los trabajos camperos,
poco, el mozo, conocía,
pero, par’eso tenía
la cencia de Don Valero;
era este gaucho, aparceros,
el capataz ya mentau,
que, pa’ cuidar el ganau,
tenía su conocencia
nacida de la esperencia
de los años trabajaus.

Y allí me quedé, aparceros,
como mensual… y contento,
por ser establecimiento
“agrícola-ganadero”.
En los trabajos, prefiero
andar con los animales
que, aun cuando allí eran lanares
porque no criaban vacunos,
siempre es mejor, para algunos
que andar entre los ceriales.

Prefiero horquetiarme a un pingo
aunque salga bellaquiando,
que, andar arando y sembrando
jué, siempre, trabajo’e gringos;
si en ocasiones, amigos,
supe andar entre motores,
cosechadoras, tratores,
trabajando de aguatero…
Eso es cosa de estranjeros,
según lo pienso, señores.

Pero, golviendo a mi cuento
prosigo mi rilación,
dende que entré como pión,
de aquel establecimiento;
y, siguiendo mi argumento
han de pintar mis pinceles,
con la licencia de ustedes,
un gaucho muy atrativo,
que tenía el apelativo
de: Güenaventura Aredes…

Versos de Raúl Castro Olivera

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