Te contemplo desde afuera
cuando la tarde reposa,
viejo almacén “De La Llosa”
rodeao de gente campera;
pelota, bochas, cuadreras,
el sulky de un chacarero,
algún “croto” forastero
que hizo noche en el galpón,
adentro, truco, chin-chón
y tal vez… un guitarrero.
La escena que les detallo,
si mal no saco la cuenta,
será allá por el ‘50
en Veinticinco de Mayo,
cuando gente de a caballo
era muy común de ver,
caer al atardecer
de algunas chacras, los peones,
a hacerse las provisiones
y por la noche volver.
Cuando podían encontrarse
por esos caminos reales
viejo “Ramos Generales”
donde poder arrimarse
a comer, a refrescarse,
darle un resuello al cansao,
y si era justo un feriao
seguro allí se encontraba,
tirando el naipe o la taba,
gringos y criollos mezclaos.
Y en tiempo de deschalada,
cargando con la maleta,
alzaba yerba y galleta
el juntador, de pasada;
tal vez la tropa cansada
un alto en tu sombra hacía,
o alguna chata vacía
que del pueblo regresaba,
boliche, te reclamaba
tu oficio de “pulpería”.
Pero el tiempo al tranco lerdo
trajo enancao el progreso,
haciendo que todo eso
pasara a ser un recuerdo;
en esos años me pierdo
como huyendo del presente
pero por más que mi mente
se empeña en volver pa’ atrás,
viejo boliche, hoy no estás,
ni tu sombra, ni tu gente.
Y en esa esquina campera
con sus grandes paraísos,
que su mal destino quiso
convertirlo hoy en tapera.
Si pasa la volcadera
y voltea los espinillos,
suelta algún vidrio, su brillo,
y al orear la tierra arada,
como una cresta rosada
muestra el polvo, sus ladrillos.
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