Amalhaya
quien pudiera
volver
a ese tiempo de antes:
sentarse
lo más campante
junto
al fuego, en la matera
y
hacer galopiar la pera
con
un guiso gaviotero
caldudo,
o un buen puchero
de
falda, más bien gordón,
comer
como un sabañón
y
al cinto hacerle otro ahujero.
Mojar
aquella galleta
de
campo en los huevos fritos
y
hacer unos gorgoritos
de
giñebra en la limeta
-eso
sí, en forma discretapa
´
desparramar la grasa;
poner
más luego en las brasas
la
tiznada, y de un tirón
sentársele
a un cimarrón
pa´
sacarse la cachaza.
Velay
el plato enlozao
playo
u hondo, según fuera,
y
la cuchara sopera
de
bronce o metal platiao,
y
el tenedor ya gastao
con
los dientes desparejos,
o
aquellos cuchillos viejos
de
mesa, marca Eskiltuna…
Qué
cortadores, ahijuna!
A
los de hoy, los dejan lejos.
Yo
tengo uno que mi Negra
hace
tiempo dio de baja,
filoso
como navaja
-que
supo ser de mi suegrael
volverlo
a usar me alegra
y
aunque tengo otros de plata
cuando
de lonjear se trata
a
él recurro sin recelo
pues
corta en el aire un pelo
si
lo asiento en la alpargata.
Y aunque el pasao no regrese,
no es asunto que me apene,
pues la memoria sostiene
y en el sentir no envejece
lo vivido que florece
cuando la motivación
cencerrear el corazón
nos hace por el contento
de atizar el sentimiento
cual
brasitas de un fogón.
Versos
de Guillermo
Villaverde
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