Se detiene el camino
en el palenque
dando frente a la “misma”
pulpería.
Donde el cliente se
anuncia, todavía,
golpiando el mostrador
con el rebenque.
Un alero mesquino es
la ante sala
y, en su lista de
sombra, medios grises,
se revuelcan tirientos
tres “gurices”
y una clueca hace
carpa con las alas.
Dentro, todo se
observa de un vistazo;
un estante que guarda
cosas viejas,
y sobre el mostrador,
tras de las rejas,
botellas, suciedad y algunos
vasos…
Hay “fragancia” a las
pipas del Mendoza
que fermenta el calor
de plena siesta,
y las moscas zumbonas
hacen fiesta
recorriendo los
frascos, perezosas…
Lo demás, poca cosa;
algunos bancos,
una mesa con naipes,
los porotos,
en la pared carteles
medios rotos
y un almanaque de
Molina Campos.
Versos de Pedro
Boloqui
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