El Viejito Salvador
cuida un campo y anda solo,
picando como el chingolo
por demás madrugador.
Años junta sin temor
como’chenta compañero;
fue pión de estancia, resero;
le quedó de tantas leguas
el tobiano con la yegua
y un perro cruza ovejero.
Abandonó la rosilla,
ni atada al sulky la usa;
pero al tobiano lo tusa,
lo desvasa y desranilla.
El supo tener tropilla
en sus tiempos de muchachos;
aura menos vivaracho,
rondador en la cocina,
pastorea unas gallinas
con unos lechones guachos.
Callao se pasa las horas
cavilando con un mate,
quien sabe qué disparates
de su juventud añora…
hasta parece que llora
cuando se muerde las uñas,
porque el cuchillo que empuña
‘ta gastadón y no corta.
Al fin a qué circo importa
un tigre que no rasguña.
Se apoya en una muleta
rengueando de la cintura,
pero hace cruces y jura
que soba guasca a maceta.
Alunao, a las gambetas
tiene un rosario infinito
de rezongos y de gritos;
suele pasarse semanas
acurrucao en la cama
a papas y huevos fritos.
Molesto bajo patrón
ni con el cura comulga,
güey solo de pocas pulgas
orejano y ariscón,
ni jubilao ni pensión
sin recibos y por chauchas
antigua manera gaucha
apalabrando contratos
lo dejó como los gatos
al salto por una laucha.
Golondrina y siete oficios
es un criollo dendeveras.
Aura mira, piensa, espera,
aburrido de otros vicios.
En su andar de sacrificios
l’última loma repecha;
al mirarlo se aprovecha
la moraleja sencilla…
“Al sembrar una semilla
de lo mismo se cosecha”.
Versos de Pablo Díaz
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