Tengo cuatro o cinco ponchos
muy sencillos, muy camperos,
no duermen en un ropero
porque en la huella me emponcho.
Jamás dejé que rechonchos
descansen en una silla,
me recuesto en la gramilla
hasta en los inviernos fríos,
por eso los ponchos míos
preguntan por las polillas.
Como dormí en el recado
en un tiempo muy seguido
amansé ponchos, y hoy cuido
de que estén siempre a mi lado.
Las veces que han faltado
nunca en los inviernos crudos
si en veranos peliagudos
en donde aprieta el calor,
si ando sin poncho, señor,
me siento medio desnudo.
Un bayito veterano
que anida sobre mis hombros,
es poncho que si lo nombro
se me viene hasta las manos.
Tejido de poco grano
ni muy grueso ni muy flaco,
es grupa cuando a un bellaco
que muestre garra le exijo
y según Huenchul me dijo
es de lana de guanaco.
Tengo un pampa colorado
que lo tengo y no lo tengo
pero es mío, les prevengo
que el pampa nació a mi lado.
De cacique, bien plantado
y de cacique araucano,
tejido por sabias manos
que rezan en camarucos,
me lo traje de Temuco
y se lo dejé a un hermano.
Blanco y negro hay otro pampa
y este sí que acá lo tengo;
con el pampa me sostengo
frente a la ley y a la trampa.
Donde yo acampo él acampa,
que de andar es partidario,
y a más del trabajo diario
donde conoce el sudor,
si salgo de payador
me acompaña al escenario.
Un zaino nacido en Cuyo
que mi señora me trajo
y al ser poncho de trabajo
el tenerlo es un orgullo.
Si él es mio, o yo soy suyo
la vida a mi me interroga,
le doy lazo, le doy soga
a las penas que me afligen,
y me conversa su origen
de Peñaloza y Quiroga.
El morito de Margot
Loyola es el que me falta,
yo payaba con Peralta
y Loyola se lo dio.
“-Eduardo, obsequieseló
ya que hasta Chile se vino”.
Lindo gesto repentino
que agradecer siempre sé,
un poncho de Chiloé
que abriga a un gaucho argentino.
Mis ponchos serán herencia
pa’ quienes viven conmigo
y ojalá al darles abrigo
les den calor de querencia.
Se nota menos la ausencia
que siempre suele ser cruel
cuando hay un recuerdo fiel
con que entibiarse las manos,
así el bayo veterano
es para mi hijo Manuel.
El pampa del payador,
es pa’ Luisito nomás,
el zaino para Tomás
por ser poncho superior.
El otro será señor
pa’l más chiquito, Mariano,
ojalá que crezcan sanos,
y en el momento oportuno
sin quedar atrás ninguno
se defiendan como hermanos.
Que sea para Carolina
el morito de Loyola,
hermosa gringa española
que yo encontré en la argentina.
Si mi vida se termina
-cosa que a todos sucede-
me entierren sin poncho, adrede
ligerito de equipaje,
que llevaré en ese viaje
de poncho… el amor de ustedes.
PD
Tengo otro poncho, en trajín
de un tablado a otro tablado,
guarda pampa un “colorado”
obsequio de Marta Suint.
Me siento un espadachín
de las timas al embrujo
de su abrigo, flor de lujo,
regalo de esta colega
del arte de Santos Vega
a quien obsequié un dibujo
Versos de Pablo Díaz
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