domingo, 17 de abril de 2022

ACLARANDO

 La lluvia dejó, en la güellas

su sucio poncho barroso,

que jué cayendo, cargoso

como charla de mamau;

en el campo, se h’apampau

la tarde, como aguantando,

y el cielo viene escampando

dispués de tanto llover,

como queriendo golver

a salir, el sol, brilloso.

 

Va remesiendo los pastos

una brisa juguetona,

que, trepado por la loma,

despeina los pajonales;

mojados, los animales,

parecen como aplastau;

y en las costas del bañau,

las garzas y batituces

están jugando en las luces

que’n los charcos se han formau.

 

En la linia’el horizonte

abre, la luz, un barbijo;

y un entero mira fijo,

con sus orejas paradas,

como viene la yeguada

tranquiando por los senderos

que va llenando de aujeros

como jeta con virgüela,

por donde, el agua, se cuela

formando ríos y esteros.

 

Se ve llegar, dende lejos,

de su pingo, al trotecito,

un paisano, haciendo añicos

los charcos com’un espejo;

con su caballo azulejop,

y engüelto en el engomau,

reluce, como lustrao,

de tanto el agua sobarlo,

y han salido, pa’ gritarlo,

los teros alborotau.

 

Sobre la quincha del rancho,

las sombras, se van viniendo,

como si jueran queriendo

borrarlo en l’oscuridá;

en la enorme inmensidá

del pajal anochecido,

se oye, lejano, el silbido

de un chingolo, que cantando,

alegre, nos va anunciando

que’l mal tiempo, se ha concluido.

 

Bien haiga la paz del campo

en esas noches, ¡tan bellas!

en que briyan las estrellas

como cocuyos lejanos;

entonces siente, el cristiano,

l’alegría del vivir,

y, mientras se’echa a dormir,

va sobando esa esperanza

de la dicha, que no alcanza,

pero, lo ayuda a sufrir...

 

Versos de Raúl Castro Olivera

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