Quisiera tener un moro
de cabeza y patas negras,
no pa’ndar judiando suegras
pero sí pa’ mis añoros;
los cuatro vaso’ un decoro
que sean negros también,
un pingo de estampa bien
como aquel de los Salgao,
el mismo que fue robao
por la gente de Pincen.
Potro quisiera comprarlo
de cola y de clina entera,
pa’garrarlo a mi manera
y despacio manosearlo.
Medio brutón galopiarlo
para poderlo cimbrar
y si le tengo que dar
un buen tacazo al descuido
se lo he dar bien medido
sin dejarlo corcoviar.
Lo he de tirar en el suelo
en la boca, y por reflejo
en algún pingo ya viejo
que no se le mueva un pelo;
y aunque regale recelo
patiando con energía,
lo he de montar con valía
en cualquier arenalsito
con un bocao sobadito
pa’ no judiarle la encía.
Se bien que si corcovea
aunque sea con recao,
a mi cuerpo deflecao
se le va a poner muy fea;
pero igual pa’ tal pelea
jamás he de atarm’e manos
pa’ que sepa el muy ufano
y toda su sangre altiva
que estando el crestiano arriba
el que manda es el crestiano.
Me he de sentir satisfecho
cuando apartando mamones
lo haga correr de garrones
pero con la pera al pecho.
Y una vez que ya esté hecho
caballito sin bravata
una de las cosas gratas
que ha de aprender con empeño
es jamás patiarlo al dueño
aunque caiga entre las patas.
En pelo lo he de enseñar
a saltar pozos y espinas
sin más riendas que las clinas
para poderlo volcar.
Y el día que de enlazar
lo haga entuavía de bocao,
ha de aprender bien parao
a quedarse desenvuelto,
rienda arriba pero suelto
dando frente al enlazao.
No quiero que sea apurao
pa’ montarlo en las campañas
por si alguna vez la caña
me larga medio mariao.
Y la vez en que el recao
le baje en los campos yermos
ande yo vi algún enfermo
ha de aprender como un resto
a pastiar con el cabresto
suelto mientras que yo duermo.
No importa que ande dormido
cuando los toscales pise,
basta cuando lo precise:
esté siempre decidido.
Y pa’ los viajes sufridos
quiero que sea guapetón
y tenga por condición
en vez de un trote machazo,
apenita’un sobrepaso
y un galopito cortón.
No lo preciso ligero,
que vuele en canchas o pistas,
si yo no soy carrerista
¿pa’ que quiero un parejero?
Que sea aguantador, prefiero,
no muy lerdo ni muy loro,
y el día en que el tiempo de oro
me diga basta sonriendo,
quisiera dirme durmiendo
al tranco sobre mi moro.
Versos de Saúl Huenchul
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