Allá por la Ruta siete
a la altura ciento
ochenta,
allí descansa “El
Pimienta”
respetao entre
jinetes.
La verdá no era
juguete
para cualquier
nazarena
y al recordarlo con
pena
se me cuajan las
palabras.
Murió en la estancia “La
Laura”
de Don Tomás Anchorena.
Ya muy pocos han
quedao
como Anchorena y Romero…
elegían los potreros
pa’ los chuzos
reservao,
y así fue que al
colorao
lo jubilara Melón,
creo que fue en una
ocasión
que yo estuve con
Orlando,
allí murió retozando
como pidiendo garrón.
Su pelaje colorao
tirando a sangre de
toro,
“El Pimienta” fue un
tesoro
entre muchos reservao.
Murió siendo respetao,
muy legal era el
sotreta,
poderoso en la jeta
se iba como balde al
pozo.
Siempre fue más
trabajoso
que recular en
chancletas.
Lo miraban con respeto
tanto al caballo “El
Pimienta”
o al “Bayo overo”, de
menta,
y al “Torito” ‘e
Finochetto.
Yo tengo ese conceto,
sé lo que’s un
reservao.
El gauchaje lo ha
admirao,
disculpe, amigo Melón
si le toqué el corazón
con su flete colorao.
Versos de Julio
Secundino Cabezas
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