Aleteaba tu pañuelo
como ave presa en tu mano
y tu pie, breve y liviano
rozaba apenas el suelo.
Despertaste así mi anhelo
en una zamba armoniosa
en que fingías, donosa,
rehuir el asedio mío
y lucía en tu atavío
un moño de seda rosa.
Ignoro que hechicería
o porque extraño motivo
de un moño el simple atractivo
exalta mi fantasía.
Veo en la noche sombría
de tu crencha relumbrosa
la aurora, que ruborosa
anticipa la mañana,
cada vez que la engalana
tu moño de seda rosa.
Más que tu boca encendida,
que es brasa donde se quema
y explota el ansia suprema
de mi pasión contenida,
a mi recuerdo prendida
llevo la cinta vistosa
que trocaste habilidosa
en ave que intenta el vuelo,
en adorno de tu pelo
y en moño de seda rosa.
Se apaga en mi pensamiento
tu talle airoso que emula
al trigal, cuando lo ondula
el blando peine del viento,
pero fracaso en mi intento
de olvidar la mariposa
que en tus cabellos se posa
abriendo en ellos sus alas,
cuando corona tus galas
el moño de seda rosa.
Ni tus brazos bien torneados,
cárcel de gloria en que preso
gusto el néctar de tu beso
en tus labios codiciados;
ni tus ojazos rasgados
de caricia luminosa,
son obsesión que me acosa
en los sueños y en la ausencia,
con la tenaz persistencia
del moño de seda rosa.
(Anterior a 1947)
Versos de Salvador Riese