domingo, 9 de septiembre de 2012

LA YERRA


1
En el cruce de colores,
de sombras y de reflejos
donde alzan los bozalejos
caballos escarceadores,
restallan los arreadores
marcando la atropellada,
pasa la hacienda asustada
y el retroceso del pial
echa al suelo al animal
como planta desgajada.
2
El cuchillo fulgurante
modula el son del balido
tajando junto al latido
la roja carne anhelante,
mientras el lazo tirante
como una cuerda templada,
en la mano traspirada
produce la sensación
de que por cada tirón
hay una vena cortada.
3
La masa humeante y oscura
sobre el suelo pisoteado,
extiende un charco ondulado
de espesa sangre madura,
y al ablandar la postura
y recobrar el resuello,
recibe el bárbaro sello
de humillación de la marca,
que nubla la vista zarca
y estira el tendón del cuello.
4
Uniendo la fuerza airada
al lujo de la baquía,
allí todo se confía
al brazo y a la mirada;
el fondo de compadrada
que en el porte se revela,
de ningún riesgo recela
teniendo una buena cincha,
y luce desde la vincha
a la estrella de la espuela.
5
(No hablo de yerra con brete
ni contorno de corral,
sino de yerra campal
donde se luce el jinete;
hasta el viento se somete
a su violenta nobleza,
y en medio de la proeza
parece que el campo entero
hiciera mayor su esmero
de rodearlo de belleza).
6
Es como si resurgiera
intacto, un antiguo rito,
que elevara al infinito
junto al humo de la hoguera,
el eco de la carrera
y ásperas voces de mando,
el olor del pasto blando
en la pampa rastrillada
y una neblina morada
que en nubes se va azulando.
7
Cuando el silencio extendido
va recuperando el llano,
se escucha un hondo, lejano
y doloroso balido,
pero ya el grupo reunido
comparte con risa franca
el frasco de caña blanca
que anima el ritmo del pulso
y sazona el gusto insulso
del asado de potranca.
8
Y la noche que derrama
sus sombras por los colores,.
tapa heridas y sudores
poniendo final al drama;
entonces junto a la llama
el grupo desdibujado,
eslabona en el pausado
y serio correr del mate,
esa congoja que late
cuando el cuchillo ha brillado.

Versos de Miguel Domingo Etchebarne

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