1º Parte
1
Surcando
el dorso leonado
del
ondulante pajal,
se estira
el camino real
sobre el
llano dilatado,
y en una
altura apostado
como si
fuera un vigía,
rompe la
monotonía
del
horizonte infinito
la
silueta de un ranchito
blanqueando
en la lejanía.
2
Pulpería
“El tropezón”
es el
nombre que le han puesto,
en el que
va, por supuesto,
encerrada
una intención,
pues en
toda esa región
no hay
quien no dé en ella al fin.
Desde el
poblador más ruin
y el
poderoso estanciero,
al
mercachifle extranjero
o el
milico del fortín.
3
Flameando
en el mojinete
izado en
una picana
el
banderín color grana
mil
diversiones promete,
y cual al
lugar compete
por su
aislada situación,
vese
además de un zanjón
rodeando
el recinto suyo
el
consabido mangrullo
para
vichar al malón.
4
Junto al
galpón, el corral
de palo a
pique formado,
y el
palenque levantado
frente al
rancho principal:
cuyo
pobre aspecto es tal
que nadie
al verlo creería
que
además de pulpería
es posta
de la galera
que va de
la Yegua Overa
al fuerte
de Olavarría.
5
De fogones un enjambre
se ve por
doquier humear,
que carne
no ha de faltar
a quien
arribó con hambre.
De cerda,
pluma y corambre
hasta los
topes repletas
se
alinean ocho carretas,
y unas
tropillas rodeadas
junto a
las yeguas maneadas
se
arremolinan inquietas.
6
Es un
domingo de mayo
esplendoroso
y sereno,
la luz
del sol baña a pleno
el
inmenso campo bayo.
Ocupando
todo el playo
bajo los
sauces sin hojas,
descansan
con cinchas flojas
los
buenos pingos traídos,
entre
relinchos, bufidos,
y resonar
de coscojas.
7
Todo el
criollaje del pago
se
encuentra en “El Tropezón”,
de suerte
que la reunión
causa
verdadero halago.
Unos por
echar un trago
se han
venido de ex profeso,
otros por
tirar el “güeso”
y los de
más tragaderas,
para ver
si en las carreras
pueden
ganarse algún peso.
8
Lucen
allí sus colores
los
ponchos pampas más raros
y
osténtanse los más caros
facones y
tiradores.
Los
calzoncillos mejores
muestran
su cribo sutil.
Vense
chiripases mil
de rico
paño merino.
Y más de
un sombrero fino
de paja
de Guayaquil.
9
La
excelencia pregonando
del
amasijo casero,
un mulato
pastelero
se
desgañita gritando.
Y más
allá, demostrando
guardarse
mutuo recelo,
callados
como en un duelo
varios
gauchos en cuclillas
con sus
filosas cuchillas
trazan
marcas en el suelo.
10
Tras la
enrejada ventana
en donde
atiende el negocio,
trajina
el dueño y su socio
con
porrón y damajuana.
Mientras
en grata jarana
agrúpanse
las personas
y a sus
voces chacotonas
viénese
alegre a mezclar
el
metálico rodar
de las
pesadas lloronas.
2º Parte
11
Ya “El
Tropezón” ha quedado
poco
menos que vacío
porque
todo aquel gentío
en la
cancha se ha volcado,
cuando
uno recién llegado
de
modales altaneros
“¡Vamos a
ver, caballeros,
-vociferando
propuso-
le corro
con este chuso
al que le
abaje los cueros!”.
12
Con un
silencio completo
recibe
esto la reunión,
y el
gaucho en tono zumbón,
vuelve a
repetir el reto,
añadiendo:
“¡Les aceto
cualquier
parada, canejo!
Ya ven el
pobre “azulejo”
que aura
tengo aquí ensillao,
lo traigo
medio aplastao
porque es
un sotreta viejo!”
13
Otro
hombre se abre paso
entre la
rueda de gente
y dice
tranquilamente
sujetando
su “picazo”:
“Le
corro, pues, amigazo,
aunque
sé, no viá ganar;
mas bien
lo hago por probar
este
animal tan bellaco
que’n
cuanto a correr lo saco
se me
arrastra a corcoviar.”
14
Ya la
apuesta concertaron
los dos a
cual más ladino,
y al
costado del camino
los
fletes desensillaron.
Ya sus
rayeros nombraron
depositando
la plata,
dejaron
junto a una mata
sus
sombreros en el suelo
y ambos
se ataron el pelo
con una
vincha escarlata.
15
“¡Ya se
armó!” Pegó uno el grito
y los
grupos de curiosos
rodearon
presto a los mozos
en
expectante circuito.
Vivo,
morrudo, cortito,
bien
desvasado a cuchillo,
sus ojos
un solo brillo,
su pelo
un solo reflejo
¡estaba
aquel “azulejo”
como
“pistola’e bolsillo”!
16
Y si
superior su estado
y
desenvuelto su andar,
su pinta
era, a no dudar,
de
perfección un dechado.
Impresión
de estar pesado
dejó su
rival al paso,
por lo
que de acuerdo al caso
y no bien
lo examinaron,
las
apuestas comenzaron
contra el
caballo “picazo”.
17
Con gesto
duro y altivo
gritó
fuerte un gaucho viejo:
“¡Cien
pesos al ‘azulejo’!”,
alzándose
en el estribo.
El del
“picazo”, muy vivo,
al
instante respondió:
“¡Pago,
don, los tomo yo!”
y
arrimando el parejero,
en las
manos de un tercero
la suma
depositó.
18
Otra vez
volvió a gritar:
“¡Al
‘azulejo’ voy diez!”
y el del
“picazo” otra vez
volvió la
banca a copar.
La gente
entró a murmurar
sobre si
sería ligero
el
“picazo” parejero
que
pronto verían correr,
echando
todos a ver
que era
animal forastero.
19
El
gauchaje que ahí estaba
la marca
desconocía
y menos
aún sabía
del mozo
que lo montaba.
Sin
embargo, no ignoraba
ninguno
que aquel paisano
que así
arriesgaba a su mano
la plata
tan fríamente
venía
seguramente
de algún
partido lejano.
20
Tomó éste
otra parada
sin el
menor comentario
y a la
par de su contrario
se
encaminó a la largada.
La gente
no jugó nada
a favor
del forastero,
pues el
otro parejero
en tres
cuadras era un rayo.
No se
encontraba caballo
que lo
ganara a ligero.
21
Pronto
ambos emparejaron,
y en
haciéndolos picar
a sus
pingos, a ganar
el tirón
se prepararon.
En cuanto
se acomodaron
el
“azulejo” salió,
el del
“picazo” paró
el animal
y enojado:
“¡Sujete,
no he contestado!”,
a su
adversario gritó.
22
Éste
comprendió al momento
que
‘madrugar’ no podía,
pues el
otro conocía
su
intención, y estaba atento,
así que
regresó lento
cuando
pararon los fletes.
Nuevamente
cual cohetes
los
parejeros partieron
y los dos
¡vamos! se oyeron
lanzados
por los jinetes.
23
¡Se
vinieron! Y la gente,
para
no perder detalle
abriose
formando calle
en
dos filas frente a frente.
Y en
velocidad creciente
avanzan
como un turbión,
mientras
meneando talón
los mozos
sobre los tuses
van casi
echados de bruces
espiándose
la intención.
24
Portándose
como buenos
por
sacarse delantera,
prosiguen
en lucha fiera
de espuma
y de sudor llenos.
Los
corredores serenos
alzaron
de pronto el brazo
y ya el
primer rebencazo
sobre los
cuartos sonaba,
mientras
la gente gritaba:
“¡El
azulejo!”, “¡El picazo!”
25
Y cuando
en raudo correr
cerca de
la rayan estaban
y todos
ya descontaban
que
“puesta” tenía que ser,
viose al
“picazo” perder
pie, y
cambiar de mano,
mientras
su jinete, en vano
por
seguir en la contienda,
lo
levantaba en la rienda
con
esfuerzo sobrehumano.
26
¡Pero
qué! Ya no hubo caso.
Fue una
“calzada” maestra
y ya no
quedó ni muestra
de la
furia del “picazo”.
Aprovechando
su atraso,
el de la
trampa apuró,
en dos
saltos se cortó
y por más
de un cuerpo entero
al
caballo forastero
la
carrera le ganó.
3º Parte
27
Ahora en
el mostrador
con un
porrón a su alcance,
comenta a
su gusto el lance
muy
contento el vencedor.
Tiene
hinchado el tirador
que de
vez en vez tantea
en tanto
se pavonea
satisfecho
de su obra,
¡porque
él es hombre que cobra,
y si no
cobra pelea!
28
Mas de
pronto una advertencia
alguien
susurra a su lado
y el
gaucho se ha enderezado
barruntando
la pendencia;
pues,
poniendo en evidencia
hallarse
resuelto a todo,
arremangado
hasta el codo
y el
poncho arrollado al brazo,
encáralo
el del “picazo”
y
apostrofa de este modo:
29
“¡Oiga,
don, salga pa’ajuera,
venga pa’acá,
atraquesé;
ya
maliciará por qué
le hablo
de esta manera,
cuando se
arma una carrera
diciendo
libre de pata,
me parece
que se trata
de
correrla bien legal
por lo
que aura ¡tal por cual!
¡me va a
devolver la plata!”
30
Quebrándose
los sombreros
uno y
otro antagonista
corrieron
la mano lista
en busca
de sus aceros.
“¿Qué me
cuentan, caballeros?
¿Me habrá
tomao por ladrón?
¡Oigan la
reclamación!”,
el del
“azulejo” grita
agregando:
“¡A ver, mulita,
ya basta
de alegación!”
31
Y con
ademán veloz
las dagas
desenvainaron,
y de
firme se cargaron
a punta y
hacha los dos.
De una
puñalada en pos
viene un
quite o un revés,
y ya
avanzan a la vez
o pierden
terreno a trechos,
entre el
jadear de los pechos
y el
resbalar de los pies.
32
Hasta que
en una topada,
y a todo
vigor del brazo,
logró
entrar el del ”picazo”
con
certera puñalada.
Se rodeó
la paisanada
en torno
del gaucho muerto
y a favor
del desconcierto,
el
matador, al tranquito,
marchó a
esconder su delito
en el
pajal del desierto.
(Ca. 1909)
Versos de
Justo P. Sáenz (h)
No hay comentarios:
Publicar un comentario