con “el
zaino” y “el picazo”
que son dos
pingos machazos
p’atarlos
en el vagón;
lo juí a
esperar al patrón
que’s una güena
persona,
también venía
“la patrona”
-mocita’e
la población-,
que al
hombre, en esa ocasión,
lo abrazaba
querendona.
Falda con
tajo al costao,
la melena
larga y ruana,
más bien
tirando a alazana
con
flequiyo recortao;
el vestido
descotao
medio me
hacía estremecer,
apena’pa
contener
lo que de
adentro empujaba,
cuasi se le
reventaba
ande prendía
un alfiler.
Yo ya medio
trastornao
cada vez qu’eya
me hablaba
apenas le
contestaba
y miraba pa’otro
lao;
el patrón
entusiasmao
con un
diario que había tráido
venía
leyendo distráido,
y mientras
tanto, la moza,
levantaba
alguna cosa
que’n el
piso se había cáido.
¡Mi Dios!,
cuando se agachó,
si los
pingos no asujetan
viá parar a
la cuneta
malaya, que
lo tiró!;
el patrón
me reprendió:
“Al camino hay que mirar!”,
no le pude
retrucar,
si yo, ni véia
la güeya,
porque con
el codo de eya
me golpeaba
el costiyar.
Y al final
cuando yegamos
el patrón
bajó y se jué
y se
adentró en el chalé,
y eya se
quedó esperando;
“Juan, ayudame porque ando,
medio mal de la paleta…”,
se largó en
forma indiscreta
que le hizo
dar un traspié,
pa’
esperarla me afirmé
como rengo
a la muleta.
Después que
l’abarajé
caracho, el
tiempo pasaba,
pero eya no
se soltaba
y yo a
sudar empecé,
la tuve que
desprender
pa’ que’l
patrón no nos viera;
cuando pasó
la tranquera
me dijo en
forma cordial:
“Juan, te’spero en corral
…así atamos la ternera…”
Versos de Raúl
De Genaro
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