No hacía
falta que cantara
el gallo
despertador…
el gaucho
madrugador
ya está en
marcha cuando aclara.
Mientras el
mate prepara
busca “el
radio” con esmero,
como es un hombre campero
como es un hombre campero
una milonga
lo piala…
ahí lo espera
a Coco Ayala
o tal vez a
Pellejero.
“El radio”,
cosas le cuenta
a más de
escuchar cantores…
si los días
son mejores
o si ha de
venir tormenta.
Después,
airoso, comenta
de qu’él
primero lo oyó,
ningún
programa perdió
y aunque
mucho ruido hacía,
al ruido le
hizo porfía
y a la Lanusse lo escuchó.
Al hombre
lo ha visto criarse
lo
emocionan los donaires
de un
decidor al floriarse.
O un
payador, al cruzarse
con algún
bardo uruguayo,
o, como ya
le detayo,
de un
jinete oír l’hazaña
que le hizo
perder la mañana
y el
invicto a’lgún cabayo.
Y así, un
radio-servicio,
pa’lgún
cumpleaño el saludo,
una charla
medio al ñudo
o una
fiesta a beneficio.
Y junto al
alba, al inicio
de la
jornada se apresta
a encarar
en forma honesta
su trabajo
sin descanso,
pa’mas
luego, al tranco manso,
descabezar
una siesta.
Por la
tarde, la tarea
la
desarroya muy pancho,
cái junto
al sol en su rancho
y de su
pingo se apea.
Su gurí
revolotea
y él, lo
besa con terneza.
Don
Secundino Cabezas
un cantor está floriando,
un cantor está floriando,
“del radio”
lo están yamando…
pa’ la
cocina enderieza.
Otro
programa campero,
otra’udición
bien sureña
y de su
atención se adueña
ese locutor
sincero.
Por eso
decirles quiero
que’l
crioyo, a más de su honor,
con un
pingo, un perro flor,
“el radio”
y buena mujer
sin duda
habrá de tener
la compañía
mejor.
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