en la
cocina de leña
y una voz
ronca, se adueña
del
silencio que reinaba,
es el
Viejo, que destraba
el serrucho
de los sueños,
aunque
alguno frunce el ceño
sin
protestar, se levanta,
y en dos
minutos se planta
ante el
calor de los leños.
Con unos
pocos amargos
aún en
noche cerrada,
va surcando
madrugadas
el
“boyero”, a gritos largos;
después de
arriar, tendrá a cargo
de a dos
terneros largar,
si alguno
entra a corretiar
porque su
madre está echada
pega un
grito y de la nada
la lechera
entra a llamar.
Banco y
maneas preparaos
quedaron
del día anterior
y el primer
ordeñador
ya tiene el
balde enjuagao,
los otros
lo han imitao
y se van
acomodando,
preguntan
¿cuál?, esperando
que el
“apoyador” conteste
en tanto
reniega éste
porque uno
se está mamando.
El farol
quedó colgao
cerca del
viejo jagüel
porque de
no ser por él
al lechero
se le ha errao;
un perro ya
se ha arrimao
y se rasca
bostezando,
también se
va despertando
con su
chirriar el molino
y algún
hornero, su trino
pa’ la
causa va sumando.
Cuando el
sol se deja ver
hay qu'ir
apurando el tranco,
unos han
colgao el banco
pa’ dentrar
a revolver;
la
“patrona” entra a traer
maíz pa’
las batarazas,
la silueta
de las casas
es una
sombra borrosa
y una
chancha caprichosa
voltea un
balde cuando pasa.
El que hoy
hace de carrero
sale al
trote pa’ mudarse,
toma el
mate sin sentarse
y le echa
un pan al garguero;
tiene que
salir ligero
si a tiempo
quiere llegar,
una legua
hay que tranquiar
hasta la vieja
estación
y él no
será la razón
de que el
tren deba esperar.
Versos de Néstor Enzo Mori
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