Clarita
y pura se brinda
como
exquisito manjar
a
la hacienda, que al pasar
la
bebe sabrosa, linda;
no
hay resero que no rinda
al
encontrarla, homenaje;
haciendo
un alto el gauchaje
desensilla
placentero,
y
en las pilchas del apero
descansa
un rato del viaje.
Reconfortando
al ganao
y
a continuar dando aliento,
el
paisanaje contento,
se
siente más aliviao;
el
viento como enojao
va
peinando el pastizal,
los
tordos que del cardal
van
levantando su vuelo
se
sientan sobre el señuelo
que
se ha echao en el pajal.
Cada
paisano jinete
trabajador
y sencillo,
con
el lomo del cuchillo
saca
el sudor a su flete;
otro
que no viaja al “cuete”
una
carona le asienta,
porque
si la marcha es lenta
y
el animal ha sudao
evita
por descontao
que
del lomo se resienta.
Luego
el paisano Alarcón
que
es más ligero que el rayo,
acomoda
su caballo
y
arma, cantando, el fogón;
va
corriendo el cimarrón
que
otro criollo ha preparao
y
cuando “El Viejo” Rondiao
está
terminando un cuento
dice
el capataz contento:
¡Muchachos,
está el asao…!
Después
de haber descansao,
y con
la hacienda fresquita,
siguen
con la tardecita
en
dirección al poblao,
el
capataz ha ordenao
llegar
de un solo tirón;
y
al cumplir con la misión
de
terminar su trabajo,
es
por la agüita del bajo
que
les dio su protección!
Versos
de Ángel
Centeno
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