1
Cerca del paso nivel
de aquella vieja estación,
que tuvo la pretensión
de ser pueblo en su papel
está el caserón aquel
y, con blancuzco reflejo,
crece el pasto desparejo
en cornisas y ventanas,
como si fueran las canas
de aquel edificio viejo.
2
Vos fuiste un boliche de antes,
y hoy en tus horas de calma,
por áhi no pasa ni un alma,
reseros y caminantes.
Tus polvorientos estantes,
duermen un sueño profundo,
mientras yo, meditabundo,
pienso que fueron testigos
de mil reuniones de amigos
que ya no andan por el mundo.
3
Aún mi mente conserva
tu despacho al menudeo,
las barricas de fideos
y los cilindros de yerba,
y aún al evocarte observa
mi memoria en sus visiones,
tus maltratados cajones
con su cuchara violenta,
con harina, con pulenta
o el azúcar en terrones.
4
Vos llegaste a ser un centro
donde había, a más de las cartas,
dos trenzas que eran dos cuartas
que tiraban para adentro;
produciéndose el encuentro
de carruajes y de pingos,
de paisanos y de gringos
que venían por el camino,
como hacienda pa’l molino
sobre todo los domingos.
5
Pero hoy ya no entra el mocito
de alpargatas y de blusa
ni llega en la chata rusa
don Jacobo al trotecito.
No está la “falta” en un grito
del truco de cuatro en cruz,
ni está de noche la luz
a kerosén y apocada,
ni está el órdago “sin nada”
en los finales del mus.
6
Ya no entra el caballerizo
con su sombrero de trapo,
y ya nadie juega al sapo,
que era de bronce
macizo.
Ya no se habla de granizo
de la isoca o de la seca;
y el domador pierna chueca
con su inconfundible facha,
ya no dentra con la guacha
colgando de la muñeca.
7
La mortadela y el queso
en la fiambrera grandota
ya no está ni la chacota
de aquel muchachón travieso.
No se llena el cartón grueso
con fariña en la balanza,
ya el comedido no alcanza
la bolsa con cascarilla,
ni en el tiempo de la trilla
dentra el pión lleno de granza.
8
Ya no está más el barril
ni el jarro bajo el espiche,
ni está el olor a boliche,
ni el “despáchame un Brasil”;
ni el “tome algo”, ni el mandil
entre ollas y cacerolas.
Ya no están palas y piolas,
sogas y aperos colgando,
ni “el gallego” comentando
las romerías españolas.
9
Ya no entra el poncho de ajuera
arrastrándole los flecos
ni se ven botas y zuecos
con la suela de madera.
La entrada de esa tapera
ya la espuela no la raya,
y cuando el día desmaya,
ya no entra el estibador
pa’ reemplazar el sudor
que dejó sobre la playa.
10
Ya no entra el vasco tambero
luciendo su faja negra,
ni aquel paisanaje alegra
el paso de un guitarrero.
A las bochas y a potrero
ya nadie suele, al jugar,
con el rebenque tirar,
ni está el que sacó ventajas
con el chico entre las pajas
si era maula pa’ bochar.
11
Ya nadie pide una grapa,
ni con vino se chorrea
tu piso de pinotea
ni tu mostrador de chapa,
y ya no pide la yapa
el chico que venía en pelo
en su matungo chicuelo
por un mandao de la madre;
y con saludos pa’l padre
se llevaba un
caramelo.
12
Ya ninguno pide un
jarro
de café ni lleva
grasa
envuelta en papel
de estraza
ni aquel pimentón
en tarro.
Ya no para más el
carro
ni el manejante
desata,
ni dentra a gastar
su plata
saludando en su
ademán,
y dejando de
guardián
al perro junto a la
chata.
13
Ya no llegan las
mujeres
en sulki que, de antemano,
ordeñaban más
temprano
y apuraban los
quehaceres.
Y adquirían sus
alfileres
o alguna otra
prenda fina
de intimidá
femenina,
y si había algún
curioso
que miraba
malicioso
pasaban pa’ la
cocina.
14
Y como en aquella
vía
ya no pasa el tren
de carga,
ya el linyera no se
larga
como en un tiempo
solía,
y pa’l negocio
venía
transportando su
maleta;
y aunque trayendo
secreta
su condición
idealista,
llegaba el croto
anarquista
a pedir yerba y
galleta.
15
Se podía llevar
allí
pa’ aquellas carniadas
viejas,
desde tripas en
madeja
hasta pimienta y
ají.
“Hoy no fío, mañana
sí”,
decía un cartel sin
sentido
que era siempre
desmentido
por la libreta
deshecha,
en la que pa’ la
derecha
las comas se habían
corrido.
16
Si había remate en
la zona,
al rato de
terminarse,
no tardaba en
asomarse
la bombacha de
cambrona
con dureza de
carona
y con manchas de
corral;
o trasponía el
umbral,
bajándose del
“fortacho”
el estanciero
ricacho
que volvía del
“especial”.
17
En esa calle de
enfrente
hubo cuadreras
famosas,
y en esas tardes
hermosas
se juntaba mucha
gente.
Y después era
frecuente
que se jugase a la
taba,
o al monte, si se
cuadraba,
como a los dados o
al fico,
donde hasta el
propio milico
algunas veces
copaba.
18
Cuando se jugaba
fuerte
se ponía el clima violento,
se ponía el clima violento,
y no extrañen si les cuento
que una vez hubo
una muerte:
calló un mozo que a
la suerte
la ayuda con sus
mañas.
El efecto de unas
cañas
se hizo furia en
los cuchillos;
y el que vació los
bolsillos
pagó caro sus
hazañas.
19
Aunque esa puerta
hoy no se abra,
dejo a las almas
que acudan,
y oigo a dos que se
saludan
con una mala
palabra.
Y como todo se
labra
adentro de la
cabeza
cuando uno a vivir
empieza,
recuerdo la boca
oscura
del sótano y su frescura
con cajones de cerveza.
20
Tu desgastada paré,
tu palenque y tu
vereda,
es de lo poco que
queda
de aquel pueblo que
no fue.
Desde lejos se te
vé
boliche viejo,
callao,
porque en silencio
has quedao
desde que se te
cerrara
como a un pantión
que guardara
el cadáver de un
pasao.
Versos de Luis
Domingo Berho
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