En
un pingo escarciador,
pisando
trébol y grama,
al
cumpleaños de su mama
iba
un gaucho payador.
Sin
plata en el tirador,
regalo
no había comprao…
se
le tendió su tostao
al
cruzar un pajonal
y
un zarpazo colosal
le
tiró un tigre cebao.
Pegó
un relincho estridente
y se
le volvió el montao,
quedando
el gaucho parao
con
el tigre frente a frente.
Pensó,
el paisano valiente:
“Seré festín en los yuyos,
pero soy gaucho y no huyo…”,
y
mirando al tigre fiero
dijo:
“has de cobrarme el cuero
o yo he de llevarme el tuyo”.
Arrolló
el poncho en el brazo;
dejó
la vaina el facón;
en
un hombro un desgarrón
le
hizo el rigor de un zarpazo;
esquivo
el cuerpo y, de paso
(con
una intuición certera)
sereno
y sin más espera,
a
su facón, como luz,
lo
sepultó hasta la cruz
en
el cuerpo de la fiera.
Después
que lo hubo cueriao
buscó
a su flete querido
que
respondió a su silbido
aunque
todavía asustao.
Nuevamente
enhorquetao
con
suerte pudo llegar…
Y
es fácil imaginar
que,
desde entonces, su mama
tiene
adornada la cama
con
un cuero de jaguar.
Versos
de Roberto
Mario Ayrala
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