Entre cardos y
gramillas
que hacen guardia a su
cumbrera,
duerme un “boliche
tapera”
cobijado en
coronillas;
horcones hechos
astillas
lo presentan abatido,
y notándolo vencido
pasa el tiempo y se
despacha,
pagando de punta y
hacha
con el facón del
olvido.
Sin notas que a la
llegada
da en la tropilla el
cencerro,
ni los ladridos del
perro
macaco a cualquier
pasada.
Con la ilusión
sepultada
un chimango busca
altura,
y en broche a tal
desventura
el viento al brocal le
puso
“paja brava” y “cardo ruso”
que entristecen su
figura.
La seca en los
bebederos
denuncia que no hay
carreras,
y perdieron dos
banderas
su resto en los
esquineros;
solo coparon los teros
quietudes de tanta
pampa;
la tranquera cedió
grampa
al costado del camino,
y ya sin rueda el
molino
gira lástima en su
estampa.
Hasta el palenque
quebrao
parece añorar coscoja,
o algún mañero que
afloja
la cincha en el
alambrao;
¡malaya!, si del pasao
Regresara un “hopa – hopa”,
del resero, y ver su
tropa
pastando en el
potrerito
al cambiar pechazo y
grito
por el sabor de la
copa.
Y lo que fuera fogón
-punto de unión del
gauchaje-
pareciera que el
indiaje
le hubiese entrao en
malón;
no está el capataz ni
el pión
que un mus haya acollarao,
ni el bolichero parao
junto al vino, caña o
grapa;
dando una vuelta de
yapa
si era bueno lo
gastao.
Boliche que a paso
lento
fuiste opacando tu
estrella,
cuando el progreso
hizo mella
en el criollo
firmamento;
tu tapera es el
lamento
de una estirpe que no
olvida,
pero en la tierra
sentida
tu historia pisa tan
fuerte,
que aunque te alcance la
muerte
¡siempre seguirás con
vida!
Versos de Eduardo
González
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