La fiesta se originó
finalizada la trilla,
porque “sin las de semilla”
cuarenta bolsas les dio;
fue el patrón quien prometió
con tres meses de antemano
“Si es
el rinde soberano,
menos
las monjas y el fraile,
he de
convidar a un baile
para
premiar al paisano”.
Así, con cielo cubierto
de estrellas en rededor,
donde no se vio mejor
luz de luna en campo abierto;
mientras daban un concierto
los grillos del pajonal
y en contrapunto un bagual
relinchaba a la distancia,
iban copando la estancia
parientes y personal.
Piso de tierra el galpón
bien regado a palangana,
y una orquesta ciudadana
ha contratao el patrón;
dos guitarras y acordeón,
bien a la usanza campera,
y en un lienzo de arpillera
pueden leer los que aguardan:
“¡Hasta que las velas no ardan,
pasen por esta tranquera!”.
Comienzan a acomodarse
las parejas en su rol,
y de la luz del farol
buscan bailando alejarse;
“¡Es cuestión de no apamparse!”,
grita ocurrente el mensual,
y un viejo sentimental
que de temprano ha chupau
dice: “Se
han entreverao
como
cuero sin señal”.
El que llevó días atrás
mate cocido al rastrojo,
al mujerío pone el ojo
junto con el capataz;
quien le aconseja, además
de aliarse en una palmada:
“Vos
ganá la atropellada,
que al
son de la musiquita,
la vas a
encontrar mansita
como
liebre encandilada”.
Un vasco busca camorra
cuando comprobó su vista
que hasta el medio de la pista
le han hecho volar la gorra;
semejante a una cotorra
las chinas largan su rollo,
y bajito reza un criollo
a la hermana del puestero:
“Dios me
hiciera jardinero
pa’
cuidar este pimpollo”.
Tiró el lazo con aplomo
un peón, al oir ranchera,
y pialó de compañera
la hija del mayordomo;
corajeando, ni sé cómo
le dijo en tono de gozo:
“Soy
Dorreguero y buen mozo,
mas le
advierto sin cumplido:
que usté
me tiene metido
como
balde adentro ‘el pozo”.
Escuchando su verseado
la chica le sonreía
pero astuta se venía
lo mismo que pampa alzado
y haciendo el pelo a un costado
replicó con voz de ruego:
“Los
muchachos de Dorrego
que en
amor no hallan fortuna,
son como
tronco de tuna,
no
sirven ni pa’ hacer fuego”.
Hasta que de la cocina,
mandan tortas y buñuelos
para calmar los anhelos
de la gente bailarina;
se va vaciando la tina
cargada con sidra y vino,
la patrona, con buen tino
se deshace en atenciones;
y otra vez trenza ilusiones
el soguero del destino.
Mas cuando llega el final,
porque el día se dio cita,
en promesa de visita
vuelven al camino real;
balando cerca al brocal
es despedida un cordero,
un gato lame el talero
culpa del vaso volcado,
y un cuzco ya muy cansado
se arrolla sobre el apero.
Baile que ensillaste gloria
con los dichos del paisano,
sana costumbre en el llano
acollarada a tu historia;
por traerte a la memoria
hoy me enhorqueto en el centro
del pingo que va al encuentro
de patria y de tradición,
y en campos del corazón
queda retozando adentro.
Versos
de Eduardo
González
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