lunes, 3 de febrero de 2020

POBRE ESTANCIA


Fue por ambición de herencia
que pelearon entre hermanos,
dejando a varios paisanos
sin labores ni querencia;
filosa esa diferencia
con su facón pegó un tajo.
Que es cencerro sin badajo,
y es guitarra sin bordona,
y es hambre que no perdona,
el lugar que no hay trabajo.

Así quedó abandonada
la estancia orgullo del pago,
extrañando algún halago
como en época pasada;
abatida la morada
que albergaba a los patrones,
y las piezas que a los peones
tantas veces han reunido;
¡todo está desvanecido!
igual que las ilusiones.
                        
No tiene el jardín las flores
que le adornaban el suelo,
ni las notas que en su vuelo
daban pájaros cantores;
se esfumaron los olores
de placentera costumbre,
y aquella familiar lumbre
que irradiaba la casona,
se marchó con la patrona
y toda la servidumbre.

Frente al tanque carcomido
presta el molino su queja,
y semioculta una reja
muere al golpe del olvido;
ni balada, ni mugido
que atraviesen la extensión;
la araña copó el cinchón
de aquel mayordomo altivo,
si total ya ni es motivo
para un cuzco juguetón.
Los hilos del alambrado
se declararon en huelga,
tal si lloraran la melga
que el yuyaje ha sepultado;
antiguo paso de arado
por los esquineros brota,
y testigo en la derrota
que sufre el torniquetero,
suele presentarse un tero,
o alguna que otra gaviota.

Farol de tanta alegría
hoy te has quedado sin mecha,
cuando el rinde de cosecha
con un baile se medía,
y el galpón que los unía
-regadito a palangana-
desbordado de jarana,
se mostraba servicial,
semejante a un club social
en la llanura pampeana.

Como aguardando al “nochero”
sigue clavada la estaca,
y un cardo rueda y se hamaca
culpa del viento surero;
¡malhaya! venga un resero
con tropa de venturanza,
y en el sitio que ahora alcanza
a cubrir el pajonal,
vuelva a crecer un trigal
entre surcos de esperanza.

¡Pobre Estancia!, destruida
de la matera al brocal,
sin algún peón o mensual
que te haga la recorrida;
se apagarán con tu vida
los dichos del paisanaje,
y solo te hará homenaje
un chimango desde el techo,
erguido y sacando pecho
por disfrutar del paisaje.

Versos de Eduardo Néstor González

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