Fue por ambición de
herencia
que pelearon entre
hermanos,
dejando a varios
paisanos
sin labores ni
querencia;
filosa esa diferencia
con su facón pegó un
tajo.
Que es cencerro sin
badajo,
y es guitarra sin
bordona,
y es hambre que no
perdona,
el lugar que no hay
trabajo.
Así quedó abandonada
la estancia orgullo
del pago,
extrañando algún
halago
como en época pasada;
abatida la morada
que albergaba a los
patrones,
y las piezas que a los
peones
tantas veces han
reunido;
¡todo está
desvanecido!
igual que las
ilusiones.
No tiene el jardín las
flores
que le adornaban el
suelo,
ni las notas que en su
vuelo
daban pájaros
cantores;
se esfumaron los
olores
de placentera
costumbre,
y aquella familiar
lumbre
que irradiaba la
casona,
se marchó con la
patrona
y toda la servidumbre.
Frente al tanque
carcomido
presta el molino su
queja,
y semioculta una reja
muere al golpe del olvido;
ni balada, ni mugido
que atraviesen la
extensión;
la araña copó el cinchón
de aquel mayordomo
altivo,
si total ya ni es
motivo
para un cuzco
juguetón.
Los hilos del
alambrado
se declararon en
huelga,
tal si lloraran la
melga
que el yuyaje ha
sepultado;
antiguo paso de arado
por los esquineros
brota,
y testigo en la
derrota
que sufre el
torniquetero,
suele presentarse un
tero,
o alguna que otra
gaviota.
Farol de tanta alegría
hoy te has quedado sin
mecha,
cuando el rinde de
cosecha
con un baile se medía,
y el galpón que los
unía
-regadito a palangana-
desbordado de jarana,
se mostraba servicial,
semejante a un club
social
en la llanura
pampeana.
Como aguardando al
“nochero”
sigue clavada la
estaca,
y un cardo rueda y se
hamaca
culpa del viento
surero;
¡malhaya! venga un
resero
con tropa de
venturanza,
y en el sitio que ahora
alcanza
a cubrir el pajonal,
vuelva a crecer un
trigal
entre surcos de
esperanza.
¡Pobre Estancia!,
destruida
de la matera al
brocal,
sin algún peón o
mensual
que te haga la
recorrida;
se apagarán con tu
vida
los dichos del
paisanaje,
y solo te hará homenaje
un chimango desde el
techo,
erguido y sacando
pecho
por disfrutar del
paisaje.
Versos de Eduardo
Néstor González
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