Dentro de un rancho de paja
que algunas velas alumbran
y cuyos techos se encumbran
sobre tosco pedestal,
se oyen sonar como á duo
dos guitarras gemidoras,
como las notas sonoras
de un concierto musical.
Son dos paisanos que hieren
con su natural talento
las cuerdas del instrumento
que nadie les enseñó,
y con su son acompañan
á los que bailan cielito,
o el pericón favorito
que cantan en su caló.
Los bailarines ostentan,
como especiales vestidos,
sus ponchitos recojidos
sobre el hombro con desdén,
un pañuelito á la espalda
terciao de modo prolijo,
y sombrero con barbijo
sobre la nuca á la sien.
Las mugeres convidadas
y mugeres de la casa
sus vestidos de zaraza
bien cargados de almidón,
una bincha en la cabeza
y como adorno más bello
un pañuelo, que en el cuello
le asujeta algún florón.
Dándose frente en batalla
se colocan las parejas,
dan las guitarras sus quejas
más dulces que el ruiseñor,
y con acento que expresa
su apasionado deseo
tras un breve bordoneo
así prorrumpe el cantor:
“El que vive penando
por una dama
el llanto de sus ojos
también derrama;
quereme mi vida, quereme mi amor,
mirá que me muero de tanto dolor;
mirá mi pena
consolala mi alma
y hagan cadena”.
Apenas de estas estrofas
espira el último acento
que la voz del sentimiento
nos parece modular,
ya las parejas se acercan
y haciendo cadena entera
cada cual su compañera
vuelve de nuevo á tomar.
Entonces á las guitarras
se les hace una pregunta,
el hombre y mujer se junta
haciendo frente otra vez,
y al son de las castañuelas
que con los dedos imitan
los bailarines se agitan
zapateando con los pies.
Y en esta parte es que luce
su agilidad el paisano,
gracioso, esbelto y liviano
para seguir el compás,
y haciendo á cada figura
unos trenzaos con los pieses,
como al solo los ingleses,
sin que se turben jamás.
Después que ya el zapateo
acaban los bailarines,
dos vueltas con retintines
á sus chinas hacen dar,
y el que el pericón dirije
porque no salgan al trote
manda al son de camalote
que comiencen á balsiar.
La voz de mando se escucha
y el vals al punto comienza,
cada pareja se trenza
en cuanto suena la voz;
se arrolla el poncho el paisano
si acaso estorbo le causa,
y así balsiando con pausa
sigue uno del otro en pos.
De repente la guitarra
suena en pausado rasguido;
todos al punto el oído
ponen atento al cantor,
y éste de nuevo entonando,
como que allí se lamenta,
de esta manera les cuenta
las desdichas de su amor:
“Como el pájaro triste
que
pierde el nido
así
vivo yo lejos
del
bien querido.
Y áura
que sus ojos no puedo mirar
se
secan los míos de tanto llorar
porque
ellos fueron
los
que á mis tristes ojos
la luz
le dieron”.
Así termina el paisano
su melancólico canto,
las parejas mientras tanto
vuelven su puesto a tomar;
y al que el pericón dirije,
en cuanto dicen ahora,
con voz resuelta y sonora
así se le oye mandar.
Aura
mesmo, caballeros,
atacando y abran brecha,
sostenido á la derecha
y zapatiando
nomás;
y á poco que le obedecen,
sin que ninguno se exceda,
manda á todos hacer rueda
mientras siguen el compás.
Se miran los bailarines
y de las manos se agarran,
sigue el son de las guitarras,
pegan la vuelta en unión;
y cuando se le hace bueno
vuelve á dar la voz de mando,
y á la bolsa
van dentrando
por yuntas, sin distinción.
Después que una cae adentro
la rueda pega otra güelta,
el gaucho á su china suelta
mientras que calla el cantor,
y en una estrofa adecuada
que relación
denomina,
así le dice á su china,
como haciéndole el amor.
“-Reclinado entre su seno
mi amor quisiera vivir,
pero antes me has de advertir
si el corazón es ajeno;
mi pecho está de amor lleno
desde la hora en que te vi,
y si hoy padezco por ti
y quieres calmar mi pena,
dime que no eres ajena
y que tu amor no perdí”.
La paisana que se siente
de tal modo requebrada
al paisano su andanada
le larga con intención,
y si es que acaso le gusta
y alguna inconstancia advierte
más o menos de esta suerte
le dice en su relación:
“-Pajarito que á tu dueña
con tal ternura le cantas,
¿para qué sirve tu amor
si la constancia te falta?
Un aplauso general
saluda al punto á la moza,
el compañero se goza
en su triunfo y en su afán;
cae otra yunta
á la bolsa,
de nuevo la vuelta empieza
y otra copla se endereza
la paisana y el galán.
Después de esto se repiten
en el baile las figuras,
zarandeando las cinturas
cuando llega la ocasión;
y si acaso es de recibo
y bastante la mozada
al rayar la madrugada
se termina el pericón.
(de 1908 o
anterior)
Versos de Alcides de María (Calisto
El Ñato)
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