Salió
de las Polvaredas, (1)
rumbiando
a San Borombón,
a
mudar la población,
el
gaucho Lino Contreras;
y
no habiendo ni taperas
a
donde se iba a poblar
tuvo
el hombre que cargar
con
toda su trastería
y
un martes al mediodía
mando
uñir (2) y caminar.
Una
carreta toldada
sobre
un rodao de mi flor,
y
su eje superior,
lecho nuevo, y bien quinchada, (3)
hasta
la tolda cargada
llevaba
en esa ocasión
con
trastes de precisión,
porque
ni la leña es maula…
menos
el catre, la jaula,
las
sillas, mesa y colchón.
Era
tan acreditao
el
tal Contreras, ¡ah, Cristo!
que
en ningún pago se ha visto
un
hombre más apreciao;
además
era mentao
de
gastador muy voraz;
y
siendo así tan capaz
el
gauchaje lo estimaba,
y
todo bicho anhelaba
el
agradarlo a cual más.
Al
cáir a San Borombón
paró
la carreta un día,
y
al punto la gauchería
formó
allí una reunión.
Cinco
mozos de un tirón
a
la familia rodearon,
y
toditos se brindaron
a
servirla al pensamiento,
por
supuesto, y al momento
a
tomar mate se apiaron.
Como
era muy regular,
la
mujer de Lino luego
mandó
a su hijo que en el fuego
pusiera
agua a calentar;
de
áhi Lino mandó sacar
medio
frasco de agua ardiente…
con
el mesmo que la gente
lueguito
dentró en calor;
y
como había un cantor
se
armó un baile redepente.
Velay
Pilar, la Porteña
linda
de nuestra campaña,
bailando
la media-caña: (4)
vean
si se desempeña,
y
el garbo con que desdeña
los
entros de ese gauchito,
que
sin soltar el ponchito
con
la mano en la cintura
le
dice en esa postura:
¡mi
alma! yo soy compadrito. (5)
Vean
luego que ha llegao
el
gaucho Martín Mirazo
en
un caballo picazo
con
otro mozo enancao;
véanlo
a Martín echao
sobre
de la cabezada,
ojo
a Pilar, y más nada,
mientras
Lino complaciente,
al esttribo, de aguardiente
le
alcanza una convidada.
Martín
en esa ocasión
no
tomó de embelesao,
pero
a Lino el enancao
le
recibe un cimarrón.
¡Che!...
vean el manotón
que
se pega en el sombrero
ese
otro gaucho coquero: (6)
sin
duda estará celando
a
Pilar, porque bailando
se
le quiebra al compañero.
De ahí miren a la mujer
de Lino, si se despega
del cantor Antuco Vega,
que empieza a enternecer;
luego atrás se deja ver
afirmao en su picana
al picador
que se afana,
esperando solo el caso
que siga
la rueda el vaso
y le alcancen la mañana. (7)
Luego está cimarroneando
al costao del picador
ese otro gaucho pintor,
que entre dientes murmurando
y al ñudo menospreciando
el canto y el baile está:
a la cuenta encontrará
de qué hacer murmuración,
o será algún quebrallón (8)
que nada le agradará.
Tras el pértigo, notando
de la moza la esquivez
al bailar, un cordobés
se está así como rascando;
y al mismo tiempo desiando
bailar un gato (9) siquiera
con la Porteña embustera,
porque ya la está queriendo,
y en sus adentros diciendo:
¡Ah, ingrata! quien mereciera…
De ahí, miren encarretao
a ese gauchito travieso,
a fin de robarse un queso
y una torta del atao,
después de haber churrasquiao
cuanto es posible tragar;
pero él no sabe bailar,
así es que solo le importa
limpiarse el queso y la torta
para tener que mascar.
Velay luego el Santiagueño
poncho
corto
tan plantao,
y atrás el embonetao:
¡qué yunta para un empeño!
ver al primero da sueño,
y al segundo da tristeza:
ambos son, pues, de una pieza
por delante y por detrás,
fachas tristes a cual más
de los pies a la cabeza.
Esta es, pues, la relación
del fandango
improvisao
que armó Lino el renombrao
cerca de San Borombón.
Nada faltó en la ocasión;
la jarana fue completa:
como es verdá pura y neta
lo que Aniceto (10) ha contao,
pues todo lo vio plantao
encima de la carreta.
(08/1932)
Versos de Horacio Varela
Citas
(1)
Polvareda: distrito
de la campaña del sur.
(2)
Uñir: atar
los bueyes a la carreta.
(3)
Quinchada: bien
cubierta con paja por los costados.
(4)
Media-Caña: baile
campestre.
(5)
Compadrito: mozo
soltero, bailarín, enamorado y cantor.
(6)
Coquero: pretencioso
y susceptible.
(7)
La mañana: aguardiente.
(8)
Quebrallón: pendenciero,
peleador.
(9)
El Gato: baile
de la campaña.
(10)
Aniceto: El
Gallo (Ascasubi).
Textual de una de una partitura de “La
Media Caña” Música, Letra y Modo de Bailarse. Andrés Beltrame. 1932. Editorial
Intillay.
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