Buenas
noches y permiso,
me
llamo Pedro Garrido,
allá
en Tapalqué he nacido
y
soy de ande me es preciso.
He
llegao con dos petizos
que
en el palenque he dejao
y
como vi de este lao
que
había luz de fogón
se
me ocurrió la ocasión
de
comer un buen asao.
Ando
buscando trabajo
desde
hace unos cuatro días,
me
dijeron que aquí había
y
aquí me tienen. ¡Barajo!
Mi
desgracia está en un tajo
que
he dejao en jeta ajena
yo,
con la mano serena
y
el otro, bastante en pedo.
Si
no lo corto, me quedo,
decir
ni vale la pena.
Llevo
a la espalda cuchilla
panzona
y bien cortadora,
porque
es cosa rendidora
a
pesar de ser sencilla.
De
mozo tuve tropilla
y
hasta el emprendao de plata;
hoy,
que calzando alpargata
los
cincuenta años ya piso,
tengo
solo dos petizos
por
no tener que ir a pata.
El
animal que ahora ensillo
es
un zaino malacara
que
en Ayacucho comprara
cuando
era entuavía potrillo.
El
otro es un rosillo
pico
blanco, anca nevada;
de
mi tropilla pasada
es
el hijo de la yegua.
Los
dos han corrido leguas
entre
calores y heladas.
Son
pingos de tiro largo,
voy
en ellos ande quiera,
no
aflojan ni que se mueran
en
el viaje más amargo.
No
conocen más letargo
que,
en algún palenque ataos,
esperar,
ya acostumbraos,
un
trago de su patrón
y
después sin pretensión
seguir
el rumbo indicao.
Siempre
viví a campo y monte
trabajando
fuerte y duro,
tendiendo
firme y seguro
la
vista hacia el horizonte.
No
hay desdicha que me atonte
ni
que me cause desvelo,
pues
no tengo más anhelo,
que
un pingo y mi libertá
y
si hay una alversidá
en
mi verso hallo el consuelo.
No
guardo resentimiento
ni
llevo en mi alma rencor
a
pesar que de dolor
yo
soy casi un monumento.
Llegué
al mundo y al momento
note
cual era mi carta,
pero
si aguanta la cuarta
no
me verán aflojando
y
yo he de seguir tirando
hasta
que un rayo me parta.
Me
gustan estancias grandes
con
haciendas y potradas,
donde
haya gaucha peonada
y
más gaucho sea el que mande,
que
sea un hombre que ande
en
los trabajos de hacienda,
que
de las domas entienda
y
sea duro en el trabajo
y
del que está más abajo
las
privaciones comprenda.
Siempre
preferí, señor,
el
trabajo de a caballo,
porque
en verdá no me hallo
cuando
manejo el trator.
Pero
entienda, por favor,
que
sirvo en lo que proponga,
yo
bailo cualquier milonga,
y
si no la sé, la aprendo;
si
me enseñan, no me ofendo
y
cumplo lo que disponga.
Supe
andar de domador,
fui
puestero, tratorista,
casi
no hay nada que esista
que
no haya hecho este señor.
A veces
soy cosedor,
aunque
es trabajo pesao,
y
mucho más me ha gustao
sentirme
sobre un apero.
¡Entonces
soy hombre entero
porque
gaucho Dios me ha criao!
Si
una tropilla me dan
la
cuidaré con esmero,
lleno
de gusto campero
la
mantendré con afán.
Y nunca
me los verán
sin
desvasar o crinudos,
porque
aunque soy hombre rudo
sé
cuidar los animales
y
me gustan los baguales
como
osamenta al peludo.
Tengo
un recado liviano
pa’
no matarles el lomo,
y
pa’ usarlos con aplomo
prefiero
el basto entrerriano.
No
verán a este paisano
garrotear
a lo chancleta,
yo
soy hombre que respeta
al
pingo y, por esperiencia,
sé
muy bien que la paciencia
enamora
a los sotretas.
Pueden
darme un redomón
que
no lo he de sancochar,
porque
lo sé manejar
a
señas con atención;
y
si hay aquí un mancarrón
que
quieran quitarle mañas,
cuando
me ponga en campaña
ya
se le irán las chacotas,
que
yo sé calzar las botas
y
ningún bagual me estraña.
Paisanos,
les agradezco,
estuvo
bueno el asao;
perdón
si mucho he charlao,
es
que de ausencias padezco.
Yo
sé que nada merezco
pero
pido una gauchada:
quisiera
a mi caballada
no
tenerla a puna y cardo,
a
ver si me dan un fardo
pues
la gramilla está helada.
Eso
tan solo deseo,
yo
dormiré en la estensión,
y
ya mañana al patrón
lo
voy a hablar si lo veo.
Como
me gusta el aseo
también
espero lavarme,
pero
áura voy a acostarme
si
no les causa reproche
y
les doy las buenas noches
para
poder retirarme.
(Ca. 1972 o antes)
Versos
de Luis
Reigada
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