Áhi va, marcando sus pasos
como formados en fila,
por el camino hacia Pila
una tropilla ‘e picazos.
Ya el sol se duerme en los brazos
de la oración, y al arrullo
del inquietante barullo
de las aves en la fronda,
tiende la sombra su ronda
aquietando aquel murmullo.
Hay un rayo de luz clara
agonizando en el cielo,
que se refleja en el pelo
de un alazán malacara,
el animal se separa
junto con un testerilla,
y del camino a una orilla
entran a olfatear un yuyo;
ese alazán es orgullo
y lunar de la tropilla.
La madrina es colorada
vistosa como ella sola,
linda estampa y anca bola,
bastante bien preparada.
Ya se hizo noche cerrada
el día fue a su destierro,
debajo ‘el estribo el perro
saca hasta el suelo la lengua,
mientras su marcha no mengua
el tintinear del cencerro.
Ya con el cielo enlutado
que trae una estrella en l’anca,
trepa por una barranca
orillando el Río Salado.
El rocío se ha posado
sobre la verde gramilla,
y del picazo que ensilla
al ir el freno tascando,
va la coscoja sonando
precediendo a la tropilla.
Brilla en la noche un candil
que delata la presencia
de su anhelada querencia
donde lo espera gentil
con su gracia juvenil
su paisana, y en sus brazos,
entre besos y entre abrazos
vendrá el mate que le brinda,
la flor del pago más linda
al dueño de los picazos.
Versos de Roberto G. Morete
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