Voy a rodiar mi tropiya
para prestarle algún pingo,
de paso -como es domingo-
viá desvasar “la rosiya”;
más crioya que la gramiya
mi pobre yegua madrina,
la huella no la arrocina
y nada le miento en esto:
con un pañuelo ‘e cabresto
yo cruzaría la Argentina.
Embozale “el colorao”
si quiere un pingo mansito,
le va a quedar muy bonito
si le pone su emprendao.
O si no, tiene “el rosao”
si quiere un pingo ligero,
es ágil pa’l entrevero
y en él yo salvé la vida
disparando a la partida
antes, cuando juí matrero.
Si quiere de raza fina
encarone “el pata blanca”,
es sin cosquiya en el anca
en él, se yevar mi china.
A ese “zaino” que de clina
solo le dejé un penacho,
a bajao varios muchachos
-yo entuavía no lo he probao-
dicen que jué reservao
de la estancia “El Quebracho”.
“El bayo” que al caminar
parece de tranco lerdo
me trái miles de recuerdos
cuando me pongo a pensar;
a ese, lo enseñé a saltar
cuando anduve enamorao,
es ágil pa’l alambrao
porque’s de pata finita,
cuando le haga una señita
… ya estuvo del otro lao.
Y si quiere en el poblao
lucirse una tardecita
corte y agarre “el pampita”
de clavijero tuzao,
lo tengo bien preparao
para cualquier ocasión,
desde que’ra redomón
jué’l pingo de mi delirio,
andando en él, no le envidio
los coches a mi patrón.
“El picazo” o “el tostao”
son de enlazar campo ajuera,
lárguelos por ande quiera
nunca conmigo han rodao.
Bueno, ya le he presentao
todos mis pingos, señor,
es el capital mayor
de éste gaucho que le esplica:
mi tropiya es medio chica
porque’s de un trabajador.
Versos de Juan G. García
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