lunes, 28 de noviembre de 2011

LA TROPILLA

De pronto en la madrugada
suelo escuchar un cencerro
sobre el ladrido de un perro
furioso en la atropellada…
(Tras la madrina gateada
-como en el rumbo de un cuento-
entre las alas del viento
se me extravió la tropilla:
por eso me maravilla
cuando acercarse la siento.)

¿Qué tono infunde el desvelo?
Celeste tiene que ser,
porque al mirarla volver
se me levanta del suelo…
Oscuro era en vez el pelo
de los caballos del caso:
un testerilla, un picazo,
un albo y un taba blanca
y -medio moro en el anca-
un zaino de sobrepaso.

Pica la yegua en la punta
con retumbar de trabuco;
detrás, el zaino pasuco
y el taba blanca hacen yunta…
el testerilla se junta
con el listado en la frente…
el albo… ¡Pero la gente
qué me va a entender si digo
que con la vista los sigo
arreando por el poniente!

Algunos salvan las cosas
que no conocen los otros…
(El irse haciendo entre potros
no es corretear en baldosas.)
Hoy con las formas borrosas
de los sombrajes de palma
cruzan muy alto la calma
del cielo como una nube…
(A la tropilla que tuve:
¿quién me la quita del alma?)

Versos de Miguel Domingo Etchebarne

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