Cuando
me vuelvo pa’ ver
los
años que he galopiao
me
siento tan asombrao
que
ni lo puedo creer.
Dispués
de tanto correr
me
sangran las mataduras,
y
al cuet’es que con misturas
desies
que cambeé tu suerte
cuando
empiezan a dolerte
sin
asco, las coyunturas.
Ahijuna!
quien me dijiera
que
tras tanto trajinar
me
diba a deshilachar
como
una jerga cualquiera!
Se
me jué la primavera,
ya
el otoño se me ha juido,
y
aunque almariao y aturdido
los
vide dirse con calma,
siento
que me duele el alma
al
arrimarme al olvido.
Porque’s
olvido, patrón,
cuando
a un paisano s’entierra
con
esos puñao de tierra
que
l’echan sobre’l cajón.
M’estoy
volviendo maulón
como
un sotreta, canejo…!
Como
si juera el peyejo
algo
que valiese mucho…
Si
no vale más que’l pucho
que’stá
pitando este viejo.
Yo
jui güeno pa’l arreo,
p’hamacarme
en redomones,
pa’
meniar los patacones
y
hasta pa’ parar rodeo;
jué
pa’ mi como un floreo
redomoniar
un potriyo,
en
las guampas de un noviyo
cerrar
silbando la’rmada,
y
salir de una topada
a
hacha y punta de cuchiyo.
Jamás
a la oscuridá
le
tuve ni tengo apego,
es
mejor que vivir ciego
hundirse
en la eternidá.
Pero
si la’lversidá
me
pone’n esa apretura
jamás
podrá la negrura
que
yueva dentro de mi,
hacerme
olvidar que jui
lial
y franco hasta l’artura.
Ah
malaya! quien pudiera
desandar
lo que se ha’ndao ,
darle
güelta a lo pisao
pa’
curar la gusanera.
Pero,
qué…! Su polvadera
el
viento atrás se dejó,
y
lo que’l tiempo barrió
nunca
jamás ha volvido
como
nunca vuelve al nido
el
pájaro que murió.
Versos
de Pedro
Alejandro Gil
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