Viejo el petizo tostao
y ya tordiyo el hocico,
tiene duro los pichico’
y yeva tres enancao,
a su vejez le ha confiao
(como si juese una agüela)
sus tres cachorros, Portela
capataz de “La Invernada”
pa’ que no les pase nada
dende’l casco hasta la escuela.
Un mandil y un cojiniyo
(todo el apero que luce),
largo y volcao tiene el tuse
pero está gordo y con briyo,
debe tener un colmiyo
como p’hacer una lanza,
le sabe sonar la panza
culpa de tanto talón
y él, agarra un galopón
cortito… pero que alcanza.
Yega justo, medio al trote
(jamás se lo desensiya),
una rienda en la variya
y l’otra atada al cogote;
él pastorea algún brote
que nació de un pajarito,
dispués se queda quietito
sin que haga, del ruido, caso
y al poner de punta el vaso
queda dormido al ratito.
Cuando despierta, los vé
porque terminó la clase,
y entonce’l mayor les hace
a los más chicos, el pie,
él ni se mueve por qué
el más grande di un tronquito
salta y queda sentadito
delante de los hermano’…
las riendas, en esta mano
y en la derecha un palito.
Cuanto alguno se pelea
él moja pronto la oreja,
como poniendo la queja
por más que nadie lo vea,
va, con los tres, como sea,
al galopito o tranquiando,
la madre que está esperando
justo en la puerta, asomada,
sabe que no pasó nada
porqu’él… los vino cuidando.
Versos de Álvaro Istueta Landajo
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