Fría el agua -como nieve-
congelando hasta
las bestias,.
y yo a un tronco
las molestias
le sacaré -mientras
yueve-.
Recostao contra la
trebe
viá dejarlo todo el
día
pa’ ver si la
rebeldía
despacito se refala
y cuando lo atraque
al tala
se prienda con
alegría.
Un pedazo de madera
que habla de aves y
de nidos,
de los inviernos
sufridos
y flores de
primavera.
Cada rama, la
manera
de acariciar la
distancia
y la espinuda
arrogancia
se curtió con los
poderes,
como se curten los
seres
que sufren desde la
infancia.
Hueya de su
derrotero
es la cicatriz de
un gajo,
la plataforma -barajo-
de una casita de
hornero;
ayí se templó el
pampero,
¡golpiaron los
ventarrones!
…y en las frías
oraciones
-la brisa suave que
sopla-
dejó la silvestre
copla
que acunaba a los
pichones.
Si el final de su
esistencia
lo vio rodar por la
grama
tendrá que alzarse
en la yama
como grito de
presencia.
El chispiar será
conciencia
y la brasa,
integridá.
Dejando en la
humanidá
el calor que
fertiliza
…si hasta la misma
ceniza
tiene alguna utilidá.
Lentamente debe
arder
pa’ que’l humo ni
se note,
pero que al fuego
le brote
un amplio
resplandecer.
Será como renacer
al yegar la
madrugada.
Y el que no pueda
ver nada
en la hoguera de’ste
leño
¡qué despabile su
sueño
al sol de la
yamarada!
Versos de Julio
H. Mariano
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