Como
adornando la estancia
está
la vieja matera,
de
aspecto se ve por fuera
que
no perdió la elegancia,
preserva
aún la fragancia
de
aquel último tizón,
que
se apagó hecho carbón
junto
a una pava tiznada,
esperando
a la peonada
que
haga rueda en el fogón.
Unos
bancos de madera
en
los costados quedaron
y
al tiempo crucificaron
esa
reliquia campera;
para
el mensual ella era
un
lugarcito de estar,
allí
podía matear
y
si es que andaba con hambre,
sobre
una trebe de alambre
un
churrasquito tirar.
Si
se habrán contado historias
de
luces y aparecidos
o
de hechos ocurridos
que
ya son solo memorias,
algunos
llenos de glorias
los
recuerda el paisanaje,
porque
llevan el coraje
costuriados
con un tiento
y
son motivos de un cuento
que
se unen con el paisaje.
Hoy
suelto mi canto al viento
como
el grito de un arisco
en
la estancia San Francisco
junto
a tu fogón me siento;
al
verte sola lamento
con
mi guitarra sentida,
quisiera
llenar tu vida
y
encenderte esta milonga,
como
un caldén que prolonga
una
brasita encendida.
Versos
de Atilio
Reynoso
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