Invitao pa’ esa ucasión
a la estancia “El Durazniyo”,
bien montao en su tordiyo
se priesentó a la reunión.
Estábamos de junción
palenquiando unos baguales,
y al ver que sentaba riales
pa’ dentrar en la patriada,
esclamó la paisanada:
¡Cirilo de los Juncales!
Hubieran visto qué lujo
lucía tuito el crioyaje,
lo mejor del aperaje
que ayí pa’ l’ucasión trujo;
y dominando el embrujo
de bastos, riendas, pretales,
cinchas, frenos, cabezales,
tuitos de oro y plata pura:
imponía su figura
¡Cirilo de los Juncales!
Las chinas endomingadas
priparaban tortas fritas,
y yoraban vidalitas
las vigüelas encordadas;
poyeras almidonadas
de cefires y percales,
puntiyados delantales
daban a la fiesta briyo:
y en su cabayo tordiyo
¡Cirilo de los Juncales!
Trujieron un riservao
pa’ ver quien se le animaba,
y como naides copaba
la parada, hubo un mamao
que dijo: -“¡Aquí está el mentao
domador de los corrales,
juro que no hay dos iguales
como él pa’ la jinetiada:
muenta sin riendas ni nada
¡Cirilo de los Juncales!”
Pero es ansina la suerte;
cuando más confiao estaba,
el colorao se boliaba
sorprendiéndolo la muerte.
Y al ver ayí el cuerpo inerte
del que no tuvo rivales,
tuitos yoraron iguales
con sentimiento projundo:
al que juera es este mundo,
¡Cirilo de los Juncales!
(Anterior a 1930)
Versos de Enrique Gaudino
No hay comentarios:
Publicar un comentario