El canto de un criollo hornero
la despierta a la mañana
y el aroma de retama
perfuma el aire surero.
Pa’ más es cuatro de enero.
¡cumple trece años mi ahijao!,
y aunque’n verdá ya han pasao
seis meses que no lo veo,
se está chasqueando muy feo
si piensa que m’he olvidao.
Le compré este “colorao”
en Pagos de Tapalqué
con unos pesos que ahorré
y otros que pedí emprestao.
Áhi lo tengo embozalao
dispuesto pa’ la tuzada
y atento con la mirada
como decirme quisiera:
“cuidao con esa tijera
que está recién afilada”.
Después de la desbazada
lo viá soltar, que retoce,
pa’ que su brillo reboce
ya le pegué una bolsiada,
mi constancia es muy mentada
por el cuidao de mi pingo
pues sin verlo lo distingo
con solo tantearle el tuse
siempre hay huella que me acuse
por baquiano y no por gringo.
A mis codiciaos braseros
también se los viá a osequiar
-los mismos que hacían hablar
a los ricos estancieros-;
tendrá mis mejores cueros,
mi poncho pampa araucano,
y el “alfajor” toledano
encabao con plata vieja
(el que grabó en una reja
mi corazón de paisano).
Tuitas mis pilchas mejores
se las voy a regalar,
las que han querido comprar
gauchos muy conocedores;
las bombas y pasadores
tendrán otra vez su brillo,
los que a cincel y martillo
dio forma un viejo platero
pa’ que mi orgullo surero
luciera en mi doradillo.
En cuantito haya aclarao
ya pienso salir tranquiando
y una caña gargariando
pa’ dir bien despabilao;
es el santo de mi ahijao
y hasta verlo me imagino
vistiando en medio ‘el camino
gritando desaforao:
“-¡Tata… tráin un colorao…
Seguro que’s mi padrino…!
Versos de Martín Esquivo
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