Fue al potro como pegao
y con muy poca ventaja,
chiquitita la rodaja
y el cuero bien recortao,
le gustaba al bocao
ponerlo desde la encía
y en cuanto al lomo caía
gritaba: ¡largue, nomás!
Y echando su cuerpo atrás
el potro ni lo movía.
El hombre se fue temprano
al cumplir los veintidós,
y créanmé de que yo
lo sentí como un hermano;
linda pinta de paisano,
morocho, algo fornido,
bastante bien parecido,
de regular estatura;
les describo su figura
pa’ quien no lo ha conocido.
Fue, un oscuro tapao
el que lo costó la vida:
lo enganchó en una caída,
no pudo salir parao.
Dicen, los que han presenciao,
que iba mirando pa’tras
y no pensaba jamás
que adelante, en el camino
‘taba su propio destino
junto a la fatalidá.
El potro que hago mención
después del triste acidente,
recibió un tiro en la frente
por orden de su patrón.
Fue tan grande la emoción
ante el suceso pasao
que’l cielo quedó nublao
en la estancia ‘e Albarracín
donde tuvieran su fin
el jinete y reservao.
Lo cierto del caso fue
que jinete y adversario
tuvieron como escenario
la Estancia de “San José”,
y desde entonces se ve
sobre los pastos tendidos,
al vencedor, ya vencido
y convertido en la nada,
con las carnes desgarradas
y los huesos carcomidos.
A Armando Aguirre he nombrao,
le decían: “El Pibe de Oro”,
porque llevaba un tesoro
dentro su pecho guardao.
Que Dios lo tenga al finao
descansando eterna paz,
que nosotros desde acá,
los que andamos por la vida,
lamentamos la partida
de un gran jinete y audaz.
Versos de Julio Secundino Cabezas
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