Era un negro alto y delgao,
medio lampiño y bien mota,
de poncho, pero sin botas
y chiripá muy gastao.
Auténtico gaucho alzao
hecho a pampa y a sereno,
nadie sabía más o menos
ni de donde había venido,
puesto que’ra conocido
solo por “El Negro Ajeno”.
Cruzándole la cintura
tráiba y no por angelito,
un facón marcha “Chanchito”
con flores de plata pura.
Era un lujo su figura
mezclao con la polvadera,
y como si poco fuera
tráiba un mazo de barajas
y apretándole la faja
la soga de las potreras.
Tráiba aparte de tan rudo
como un honor a su raza
un par de espuelas machazas
en los garrones desnudos;
tuitos los pingos clinudos
-es decir, sus parejeros-
y aunque hilachento el apero
sin lujo, ni maraviya,
yegó arreando una tropiya
de diez rosiyos overos.
Cada vez que algún rodeo
Don Galeliano paraba,
“El Negro Ajeno” yegaba
desde los campos más feos;
su aspeto de gaucho reo
le dio una estampa pasiva
porque viva donde viva
reclamen, no lo reclamen,
yegaba, sin que lo yamen
y sin que lo echen se iba.
Por “San Francisco” se cuenta
que desde que “El Negro” anduvo
fue gaucho que siempre tuvo
con la justicia, sus cuentas.
En las campañas violentas
vivió su mundo tamaño,
hasta que’l galope huraño
de su vida peregrina
lo yevó con la neblina
del trascurrir de los años.
Versos de Saúl Huenchul
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