Cantando
a la patria amada
pasé
mis años mejores
y
ahora siento los rigores
de
aquella gloria pasada;
porque
hoy que no tengo nada
paso
la vida penando
como
quien va manotiando
entre
pura agua salobre,
que
llegar a viejo y pobre
es
casi como irse ahogando.
El
consuelo que me queda
es
el del gaucho de garra,
que
solloza en la guitarra
mientras
la bola le rueda
y
el de que cuando no pueda
tocar
siquiera un estilo
me
quedará el refosilo
que
da el acero templao,
como
machete mellao,
que
en un tiempo tuvo filo.
Para
el trabajo, soy franco,
aunque
con poca fortuna
trabajando
a sol y a luna
no
he sido lerdo ni manco;
a
las faenas del campo
me
aficioné de muchacho
y
aunque hoy no me les agacho
como
antes, con tanta gana,
suelo
empuñar la picana
y
encasquetarme mi gacho.
Esa
afición de carrero
no
he perdido ni un poquito,
y
puedo, aunque sea al tranquito,
picar
a un buey delantero.
La
carreta que prefiero
es
la antigua, la toldada,
que
aunque de marcha pesada
ha
de andar siempre distante
llevando
yuntas de aguante
de
quedarse empantanada.
Pues
bueno, hace ya un tirón
que
pico en una carreta
que
por lo linda y paqueta
va
llamando la atención;
de
tan buena construcción
que
en viaje de largo trecho
siempre
marchando derecho
en
ninguna parte escolla,
esa
carreta es “La Criolla”
que
va salvando el repecho.
Pronto
tendremos, quizás,
la
toldada en la cuchilla
que
no ha de ser maravilla
mientras
sigamos en paz,
y
mientras que el capataz
Braulio
Araujo la maneje;
basta
con que Dios nos deje
dos
cosas en la bolada:
el
aumentar la boyada
y
el juntar grasa pa’l eje.
Y con
esto me despido
saludando
al auditorio
que
a esta velada o velorio
como
siempre ha concurrido;
y
al despedirme les pido
que
si el volver les es grato
desde
ahora cierren trato
para
venirse en montón
y
pegarle un coscorrón
al
viejo Calisto el Ñato.
Versos
de Alcides
de María
(uruguayo)
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