martes, 9 de diciembre de 2014

LA CARRETA

Cantando a la patria amada
pasé mis años mejores
y ahora siento los rigores
de aquella gloria pasada;
porque hoy que no tengo nada
paso la vida penando
como quien va manotiando
entre pura agua salobre,
que llegar a viejo y pobre
es casi como irse ahogando.

El consuelo que me queda
es el del gaucho de garra,
que solloza en la guitarra
mientras la bola le rueda
y el de que cuando no pueda
tocar siquiera un estilo
me quedará el refosilo
que da el acero templao,
como machete mellao,
que en un tiempo tuvo filo.

Para el trabajo, soy franco,
aunque con poca fortuna
trabajando a sol y a luna
no he sido lerdo ni manco;
a las faenas del campo
me aficioné de muchacho
y aunque hoy no me les agacho
como antes, con tanta gana,
suelo empuñar la picana
y encasquetarme mi gacho.

Esa afición de carrero
no he perdido ni un poquito,
y puedo, aunque sea al tranquito,
picar a un buey delantero.
La carreta que prefiero
es la antigua, la toldada,
que aunque de marcha pesada
ha de andar siempre distante
llevando yuntas de aguante
de quedarse empantanada.

Pues bueno, hace ya un tirón
que pico en una carreta
que por lo linda y paqueta
va llamando la atención;
de tan buena construcción
que en viaje de largo trecho
siempre marchando derecho
en ninguna parte escolla,
esa carreta es “La Criolla”
que va salvando el repecho.

Pronto tendremos, quizás,
la toldada en la cuchilla
que no ha de ser maravilla
mientras sigamos en paz,
y mientras que el capataz
Braulio Araujo la maneje;
basta con que Dios nos deje
dos cosas en la bolada:
el aumentar la boyada
y el juntar grasa pa’l eje.

Y con esto me despido
saludando al auditorio
que a esta velada o velorio
como siempre ha concurrido;
y al despedirme les pido
que si el volver les es grato
desde ahora cierren trato
para venirse en montón
y pegarle un coscorrón
al viejo Calisto el Ñato.


Versos de Alcides de María
                    (uruguayo)

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