¡Cómo te pareces a
esas mujeres
que tienen siempre
retobada el alma!
que a veces nacen
buenas y la vida
de tanto hacerles mal…
las hacen malas.
Mis manos te lustraron
a caricias;
te llevé en las
maletas cuando andaba,
gastando los caminos
de la tierra
en busca de carpetas y
tabiadas.
Y juistes en mis
noches de desvelos
novia sin encetar,
amiga, hermana,
toda mi fe de jugador
sin suerte
pendiente de tu mísera
esperanza.
Puse mi sencia en vos,
con yapa y todo;
cuando entré a
ejercitar tus güeltas pálidas
me faltó maña pa’enriendar
un potro
o buscar un estilo en
la guitarra.
Y, a siete pasos te
dejaba siempre
como nacida allí…
medio inclinada
sobre cualquier saliva
en cancha dura;
naides pudo aguantarme
en las oladas.
¡Y cómo me sentía de
seguro
cuando las libra
rebalsaban blancas!
¡Eres el alma de mi
mano lisa
a riendas de domar,
cabresto y grasa!
Cuando aburrido de
gastar caminos
busqué la soledad de
mi guitarra
pa’ revivir recuerdos
en mis versos
y curarme de heridas
que no sanan…
Te puse en la solera,
pa’ olvidarte,
porque si bien me
dista mucha plata
causaste con tu… liso,
mi deshonra
como esas pobres
mujercitas malas.
¡Por vos robé baguales
entrerrianos,
pasé cien contrabandos
pa’ mi Patria,
copé paradas sin tener
ni un peso
y pelié sin razón; por
vos malvada!
Me olvidé de rezar y
de la Virgen,
me olvidé de golver de
las tropiadas
al rancho tibio de mis
padres pobres
ande la vida sus
promesas canta…
Y estuve entre las
celdas y los montes
pobre y hasta sin fe
que es cosa amarga…
Te tengo un odio
extraño vieja amiga,
mezcla de compasión,
cariño o rabia!
Tu amarillo tiricia,
tu azaroso
vivir entre machaje,
vino y caña
manoseada por todos,
por cualquiera,
igual que esas mujeres
desgraciadas.
Que viven muertas por
su propia vida,
me hacen sentir por
vos cariño y rabia;
tu suerte es falsa,
volcadora, arisca…
y eso que eché mis veintidós
clavadas.
A ocasiones no puedo con
el vicio
te saco’e la solera
toda ahumada
te barajo en mi mano
endurecida
a riendas de domar,
cabresto y grasa.
Me voy al patio y en
cualquier blandito
-como el que nace pa’
tirar la taba-
te dejo inclinadita a
siete pasos
como en mis peores
días, ¡qué desgracia!
Versos de Wenceslao
Varela
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