borrando
estrellas venía.
Y
se enderezaba el día
con
su cabeza dorada,
entre
sábanas de helada
de
la cama del potrero…
Cuando
todo el gallinero
se
empezó a venir al suelo.
Y
erizándosele el pelo
pegó
un bufido el nochero.
Igual
que cuando se entierra
la
cuchilla de un arao,
y
la mitá se ha quedao
brillando
sobre la tierra,
el
sol, por sobre la sierra,
mañeriando
pa’ salir,
la
mitá empezó a lucir,
y,
al dir calentando el llano,
la
vidriera del pantano
se
empezaba a redetir.
El
arador ya salía
respirando
cerrazón.
Y
en la blanquiada extensión
el
surco primero abría,
que
a lo lejos parecía
un
hilo negro en la harina,
un
rayón de tinta china
sobre
una página blanca.
Y la rosada barranca
un
gran paredón en ruina.
Llorando
estaba el alero
cuando
del rancho cerquita,
anunciando
una visita
pasó
a los gritos un tero.
Un
pión a su parejero
le
emparejaba el testuz.
Se
pasiaba un avestruz
con
su tranco señorial,
y
las gotas del cardal
tenían
espinas de luz.
Orillando
el alambrao
con
aire de calavera,
derecho
a la madriguera
un
zorro pasó apurao.
El
día lo había agarrao
y
arriesgaba su salú.
Las
nubes con lentitú
cruzaron
por la mañana
como vellones de lana
de
las esquilas del sú.
Versos
de Luis
Domingo Berho
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