Perdió una riña mi
gallo,
cuerpió mi ñata ese
día,
rumbié pa’ la toldería
y entonces gané un
caballo.
A veces me busco y me
hallo
en lo negro del
destino,
nos fuimos por el
camino,
él tranquiando leguas
largas
y yo regustando
amargas
cositas que deja el
vino.
Se hacía larga la
huella
el toldo distante
estaba
mi caballo se cortaba
y yo iba pensando en
ella,
pero la luz de una
estrella,
tiene el “castaño” en
la frente,
y obligau a ser
valiente
se estiró en la noche
larga,
llevando la enorme
carga
de mis sombras al
poniente.
Camino de largo andar
con rumbo a la
toldería
ya la ñata no era mía,
ni era mío su cantar
por algo alargó el
tranquiar
mi caballito
“castaño”,
por algo su desengaño
iba yo manso y rendido
menos triste que su
olvido
y menos cruel que su
engaño.
Mi agüelo me dio una
manta
mi mama me dio un caballo
y n o sé quién, aquel
gallo
que ya no riñe ni
canta,
el temblor de mi
garganta
es cosa de otro querer
que mi taita supo ser
esa luz que agradecida
recuerda toda la vida
el alma de una mujer.
De las cuatro medio
abierto,
con una estrella en la
frente,
el resuellito
caliente,
y el ojo siempre
despierto,
hecho al rigor del
desierto,
y al calor de mi carona
fibra loca y redomona,
menos pa’ mi, pa’
cualquiera
ni se le dio a la
pulpera
ni lo palmió la
patrona.
No anduvo en potrero
ajeno,
ni sabe lo que es
palenque
y al ñudo cargo
rebenque
porque se pasa de
güeno
lo tuve tascando el
freno
por culpa de aquella
ñata
y esa es pena que me
mata
porque a la par de su
engaño
merecía mi “castaño”
un regio apero de
plata.
Jamás ganó una
carrera,
al menos que sepa yo,
ni tampoco se lució
en la fiesta
dominguera
sí en boliada
guanaquera
algunas veces se vido
sería porque atrevido
su dueño gaucho sin
suerte
quiso pedirle a la
muerte
remedios para el
olvido.
O supo de las
cuadreras
con gloria de griterío
porque siempre a su
albedrío
corretiaba campo
ajuera,
pero en aquella
carrera,
que le propuso mi
incierto,
destino por el
desierto,
alcanzó las tolderías
mi “castaño” en agonía
y yo en su cruz casi
muerto.
Al verlo gacho y
rendido
en las sombras del
poniente
mi caballito valiente,
me recuerda lo que he
sido
relincha al tiempo
perdido
añora el lejano estero
pero es fiel y
compañero
y amujando las orejas
se queda a sufrir mis
viejas
tristezas de
montonero.
Cimarrón venido a
manso
mi caballito castaño
jue ganando año tras
año
mi cariño y su
descanso;
hoy es viejo, yo lo
alcanzo
cuando aquí en la
toldería
intenta otra correría
jinetiau por chango
pobre
el indiecito de cobre
que ha pariu la india
mía.
Perdió una riña mi
gallo,
cuerpió mi ñata ese
día,
rumbié pa’ la toldería
y entonces gané un
caballo…
Versos de Buenaventura
Luna
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