1
Cocina de estancia vieja
con la forma de galpón,
ande junciona el jogón
cuasi pegao a una reja.
El alto techo se queja
si el viento lo zamarrea,
la leña ardiendo chispea,
el humo hacia arriba juye
y pa’l cielo se escabuye
por la negra chimenea.
2
La de fierro, de tres patas,
con agua hasta la mitá,
cubre un jueguito que va
acariciándola agatas.
Esperan unas batatas
y papas sobre una mesa,
choclos, ceboyas, sal gruesa,
unos puerros, zapayitos,
de perejil, dos ramitos
y de ajos, una cabeza.
3
Una vez selecionadas
las carnes que se usarán,
en ganchos de alambre están
caracuces y quijadas.
A estas piezas prieparadas
pa’ un puchero bien machazo,
se le agregará un pedazo
del principio del cogote
y otro corte bien grandote
del centro del espinazo.
4
Yegan las diez, son momentos
de echar carnes y verduras,
en tanto, manos seguras
agregan los condimentos.
Ojos vivaces y atentos
vichan que no falte nada,
de mientras, en la mesada,
esperan en un costao
los chorizos que han sobrao
de la última carniada.
5
Cuando todo está en hervor
y en la oya gorgotea,
el ambiente se rodea
con un agradable olor.
Conciente de su labor
vigila la cocinera,
esgrima una espumadera
pa’ espumar y revolver,
con denuedo y con placer
a esa comida campera.
6
La cocinera, su fama
se juega en cada comida,
con la ayuda consabida
que le brinda la mucama.
Eyas nunca tienen drama
ya que, atentas y serenas
demuestran ser más que güenas
en el arte culinario,
brindando el sustento diario
de los almuerzos y cenas.
7
Medio día y el sonar
de un disco de sembradora
anuncia que ya es la hora
de que pasen a almorzar.
Forma fila pa’dentrar
la pionada al comedor,
que’s un amplio corredor
ande, en la mesa servida,
está lista la comida
humiando que da calor.
8
Está la gente almorzando,
toman la sopa primero
y le dentran al puchero
que’stá en la juente esperando.
Un muchachito, oservando
que la mucama se asoma
le dice en tono de broma:
“-¡Chá, que sopa desabrida!”
y eya contesta enseguida:
“-¡Cáyese la boca y coma!”.
9
Fin de almuerzo, se encamina
la pionada a sus deberes
mientras tanto, las mujeres
se ocupan de la cocina.
Limpian todo, y no culmina
la tarea en la ocasión,
hay que dar prieparación
con los restos que han quedao,
sabroso y condimentao
pa’ la noche, un salpicón.
Versos de Arnoldo
Daniele
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