Es sencilla como el
dueño
pero muy
aguantadora
y está entre lo que
atesora
este paisano
sureño,
la cuido con mucho
empeño
desde que un anca,
la trajo,
y por peonar a destajo,
entre los bastos y
el cuero,
es la pilcha que
más quiero
de mi recao de
trabajo.
No hay bordándole
figuras
ningún lujo, en
tiento fino,
porque le dieron
destino
mis dos manos,
medio duras,
y aunque humildes,
sus costuras,
nuca aflojó en la
cinchada
ni al tirón, ni a
la sentada,
jamás cedió mi
encimera,
solo cambié a su
asidera
alguna argolla
ovalada.
Pa’ abrazar a su
parienta
la cincha, tiene
correones,
bien sobados y
fuertones,
por si ajustar se
presenta.
Cada tiento le
acrecienta
su utilidá y su
valor,
que en mi mi
oficio, domador,
me ayuda con los
baguales,
atando maneas,
bozales,
riendas, lazo y
maneador.
Sigue siendo
servicial,
según la ve mi
manera,
cuando ella, a cada estribera,
le va ofreciendo un
ojal,
a la vez, como
señal,
o simple gusto
campero,
van claritas, en su
cuero,
mis iniciales
marcadas,
y las potreras,
atadas,
pa’ hacer grupo en
el apero.
Sabrá Dios, ande
canejo,
podrá ir a parar el
día,
en que ya la vida mía,
no ensille ni un
pingo viejo;
mas hoy, que lucho
parejo,
junto a mi fiel
compañera,
yo he de seguir,
ande quiera,
afirmando los
garrones
y soportando
cimbrones,
como mi criolla
encimera.
Versos de Julio Tomisaki
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