EL HIJAR
Yo tengo un hijar
mediano,
que anduvo pegao al
basto
y acolchonando los
pastos
para dormir en
verano.
En parte medio
tobiano
por los rigores del
uso,
vaya a saber en qué
chuzo
supo andar como
pellejo,
a mí me lo trajo un
viejo
que lo llamaban “El
Ruso”.
Me contaron que
este cuero
que denota poca
cosa
también acampó en
la choza
guareciente del
matrero,
galopó con el
resero
por el desierto
pampeano,
fue el amparo
soberano
de la gente en las
boleadas,
y de noches
resabiadas
en los sueños del
baquiano.
El paisano
precavido
en aguacero y
helada
en las pajas
coloradas
hizo un hueco
protegido,
arriba puso tendido
el cuero pelaje
afuera
y pa’ que no se
moviera
con hueso o alguna
guampa,
le puso una estaca
pampa
con tientos de la
encimera.
No confundir al
hijar
con la parte de la
ijada,
son dos cosas
separadas
ni siquiera
similar,
un caballo al
realizar
una tarea pesada
aumenta la
resollada
y entre costilla y
cadera
fíjese de que
manera
hace temblar las
ijadas.
Diferencias
sustancial
que le recalco mi
amigo,
uno, hecho para
abrigo
el otro, vida
animal
al invento original
de variada
aplicación
lo mantengo en el
galpón
aparcereando un
estribo
porque olfateando
percibo
perfume de
tradición.
Versos de Roque
Bonafina
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