Mama, me pongo a rezar
lo que en vida me
enseñó,
si al final su hijo
falló
lo tendrá que perdonar,
me vi obligao a peliar
olvidando su
alvertencia,
pudo más la prepotencia
que sus palabras
sagradas,
tengo las manos
manchadas
pero limpia la
concencia.
Nunca le anduve con
quejas
ni al hacendao más
injusto,
y sudé sangre a su
gusto
con hachas, palas y
rejas,
entre vacunos y ovejas
quemé los años
pionando,
y a veces mama,
pensando
que obediente a su
consejo
iba a llegar a hombre
viejo
tal que un lisiao,
mendigando.
Arrodillao de alma,
espero
que si dudé, no se
ofenda,
no quiero que áhi me
defienda,
solo que m’escuche
quiero;
hijo suyo, verdadero,
juí, mama, lo que usté
quiso,
doblao de espalda y
sumiso
aguanté más que un
horcón,
pero ande no hay
corazón
el pobre es un trapo’e
piso.
Que inoraba esto he
previsto
pues está tan alto el
cielo
que lo que pasa en el
suelo
siguro que no lo han
visto;
colgao, lanciao a lo
Cristo
guapié a no decir ni
mus
más era poca la luz
de mi mente y se apagó…
la rabia me sacudió
y me tiré de la cruz.
Maté, mama, y usté
sabe
que al criollo que se
subleva
ni averigua quien lo
lleva
pa’ qu’hecho un
despojo acabe,
no será pa’ que me
alabe
si le digo que por eso
he levantao el
pescuezo
cansao de abuso y
mentiras
y tendrán que hacerme
tiras
antes de llevarme
preso.
Acaso mama le sobre
razón pa’ enjuiciarme
mal,
no dio al mundo un
criminal,
lo hizo pior, le dio
otro pobre,
deje entonces que me
cobre
esta trampa en la
embestida
y si la ingrata
partida
sigue en contra y no
lo quiere
consuélese, su hijo
muere
asquiao del mundo y la
vida.
Versos de Claudio
Martínez Payva
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