domingo, 23 de diciembre de 2018

LA ORACIÓN


Mama, me pongo a rezar
lo que en vida me enseñó,
si al final su hijo falló
lo tendrá que perdonar,
me vi obligao a peliar
olvidando su alvertencia,
pudo más la prepotencia
que sus palabras sagradas,
tengo las manos manchadas
pero limpia la concencia.

Nunca le anduve con quejas
ni al hacendao más injusto,
y sudé sangre a su gusto
con hachas, palas y rejas,
entre vacunos y ovejas
quemé los años pionando,
y a veces mama, pensando
que obediente a su consejo
iba a llegar a hombre viejo
tal que un lisiao, mendigando.

Arrodillao de alma, espero
que si dudé, no se ofenda,
no quiero que áhi me defienda,
solo que m’escuche quiero;
hijo suyo, verdadero,
juí, mama, lo que usté quiso,
doblao de espalda y sumiso
aguanté más que un horcón,
pero ande no hay corazón
el pobre es un trapo’e piso.

Que inoraba esto he previsto
pues está tan alto el cielo
que lo que pasa en el suelo
siguro que no lo han visto;
colgao, lanciao a lo Cristo
guapié a no decir ni mus
más era poca la luz
de mi mente y se apagó…
la rabia me sacudió
y me tiré de la cruz.

Maté, mama, y usté sabe
que al criollo que se subleva
ni averigua quien lo lleva
pa’ qu’hecho un despojo acabe,
no será pa’ que me alabe
si le digo que por eso
he levantao el pescuezo
cansao de abuso y mentiras
y tendrán que hacerme tiras
antes de llevarme preso.

Acaso mama le sobre
razón pa’ enjuiciarme mal,
no dio al mundo un criminal,
lo hizo pior, le dio otro pobre,
deje entonces que me cobre
esta trampa en la embestida
y si la ingrata partida
sigue en contra y no lo quiere
consuélese, su hijo muere
asquiao del mundo y la vida.

Versos de Claudio Martínez Payva

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