Entre las
pilchas que guardo
de mi
oficio de resero,
tengo un
recado campero
que supe
lucir gallardo.
Hoy tiene
un aspecto pardo
por su
uso permanente,
y al
mirarlo reverente
ante su
añeja existencia,
se me
ocurre su presencia
una
reliquia viviente.
Prenda gaucha;
mi recado,
me
acaricia su recuerdo,
y late en
mi lado izquierdo
un
nostálgico pasado.
En arreos
de ganado
sobre el
lomo de un rosillo,
fue
complemento sencillo
cuando al
sereno acampaba,
y en las
noches descansaba
con el ‘cric
cric’ de algún grillo.
Hoy en un
rincón lo veo
en
obligado letargo,
y en el
sorbo de un amargo
una
lágrima guapeo.
Como pieza
de museo
bastos,
caronas, bajera,
estribos,
cincha, encimera,
cojinillo,
sobrepuesto,
y el
poncho en un criollo arresto
cubre la
escena campera.
Bastos que
fueron almohada
al hacer
alto en las huellas,
cobijado
por estrellas
en la
pampa dilatada.
Resuello en
cada parada
y en el
cojinillo blando,
me
recostaba soñando
alcanzar mejores
horas,
y el
clarín de aves canoras
me daba
voces de mando.
Sin adornos
de metal
se
mantiene perdurable.
Por su
servicio apreciable
tiene
valor proverbial.
Parte de
cada jornal
para
sostén de mi vida,
su
función ya fue cumplida
y está
como un atavío,
y lo
tendré cerca de mí
hasta que
Dios lo decida.
Versos de
Juan
Carlos Pirali
No hay comentarios:
Publicar un comentario