Junto a
Patricio, mi hermano,
por la
semana pasada
encerramos
la manada
en el
corral, bien temprano,
porque
resulta, paisano,
que
teníamos que marcar
unas yeguas
pa’ llevar
a la feria
al otro día.
Él y yo con
alegría
porque
ibamos a pialar.
Mi hermano
entró en el corral
porque ya
estaba la marca
y le echó
el ojo a una zarca,
¡que
belleza de animal…!
Viéndola
tan servicial
dando
vueltas, asustada,
dentró a
revolear la armada
y al
pasarle de derecho
el lazo
paró en el pecho
de la
potranca gateada.
Patricio,
ya acostumbrao
a pialadas,
puerta afuera
le aflojó
pa’ que cayera
más para
abajo el trenzao
después
estando afirmao,
un tirón
fuerte pegó.
La gateada
pie perdió
y al caerse
sin trabajo,
le quedó el
cogote abajo
y el golpe
la desnucó.
Que “va
ser”, se había matao
y
lamentando aquel caso,
monté sobre
mi picaso
y la cinché
pa’un costao.
Luego con
el lazo armao,
viendo
puntear una blanca,
hice un
tiro de payanca,
erré y
volví a tirar
pero no
pude agarrar
ni siquiera
una potranca.
Patricio a
gritos decía,
desde
afuera del corral:
“-Hombre más chambón pa’l pial
pensaba que no existía…”
Como tanto
se reía
me dejó de
malas ganas
y siguiendo
en sus jaranas
me decía: “-Salí, payaso
que si no me das el lazo
van a quedar orejanas.”
El lazo le
entregué yo.
Ya medio
cansao estaba
y cuando el
sol calentaba,
el trabajo
terminó.
Una
potranca quedó
tendida,
sin palpitar…
Saqué de
botas un par
a medida de
mis patas,
pero andaré
en alpargatas
hasta que
aprenda a pialar.
Versos de Juan
José Somohano
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