Recuerdo eras cuero y
hueso
y yo en mi afán de
muchacho
coroné con tres
penachos
la tabla de tu
pescuezo,
te di por nombre “Travieso”
adivinando tus
trampas,
rasquetié tu pelo
pampa,
corté tu cola al
garrón
y te metí pa’ un
galpón
orgulloso de tu
estampa.
Mi primer caballo
eras,
mis develos de gurí,
cuantas veces ni comí
por curarte las
bicheras,
si hasta de unas
arpilleras
te hice manta para el
frío
pa’ cubrirte del rocío
en ese invierno crudón,
y ponía doble ración
si veía el morral
vacío.
Aparcero de las
huellas
nos hicimos tumbo a
tumbo
y alumbrábamos el
rumbo
con un pabilo de
estrellas;
penas, dolores,
querellas
nos traían los
sinsabores
y risas, cantos y
amores
nos deparaba otro fin,
una cinta pa’ tu crin
y para mi pecho
flores.
Y en uno de sos
caminos
que sobre tu lomo
hiciera
encontré la compañera
que se empotró a mi
destino;
los años en torbellino
nos brindaron su
albedrío
y hoy siento un
lagrimón frío
por esos recuerdos
tiernos
y han pasado treinta
inviernos
sobre tu lomo y el
mío.
Somnoliento en el
potrero
tranqueas bichoco y
enclenque
o andas rondando el
palenque
pa’ servir de
mandadero,
o pa’ que un mozo
pueblero
que llega al campo a
pasear
te quiera hacer galopear
moviendo piernas y
brazos,
pero vos, salís al
paso
sin apuro y sin
mosquear.
Cuando me evoco
muchacho
dentro a recordar tu
estampa
y veo aquel pelo pampa
con aquellos tres
penachos;
de nostalgias me
emborracho
al verte viejo y
sobón.
Que te llamen
mancarrón
es el final de tus
glorias.
yo en un rosario’e
memorias
te rezo en mi corazón.
Versos de Víctor
Nicolás Di Santo
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