Cuando
abandoné el recau
lo
hice con tanta tristeza
que
derrumbé mi cabeza
sobre
los cueros doblau.
Así
quedó mi pasau
entre
los cueros, perdido,
y
yo triste y abatido,
solo
a pie como un andante
emprendí
desde ese instante
el
camino del olvido.
Al
mirarlo abandonau
en
silenciosa quietú
recordé
mi juventú
dejada
sobre el recau
como
si estuviera atau
a
mi sangre a o mi piel;
pero
hoy insensible y cruel
lo
tengo que abandonar
que
por temor a charquear
no
quiero morir sobre él.
En
mi vida de mensual,
de
domador o resero,
si
habré ensillado mañeros
pa’
poder ganar un rial.
Con
él y con un bagual
yo
era de la tierra el dueño,
y
hoy que no tengo el empeño
que
el espíritu reclama
no
me sirve ni pa’ cama
porque
ya me quita el sueño.
Y
lo entregué con mis manos,
con
la pena y la amargura,
le
entregué a la sepultura
el
cuerpo de un pobre hermano.
He
llegau a ser anciano
y
la osamente me pesa
y
no quiero la tristeza
de
que un día, sin batalla,
cualquier
manso se me vaya
con
mi orgullosa pobreza.
Cuando
pa’l último vuelo
ate
una noche al palenque
sin
espuela, sin rebenque
la
voy a saltar en pelo.
Será
mi único consuelo
y
por eso es el motivo,
que
él no se quede cautivo
de
mi derrota en la prueba,
hoy,
que la muerte me lleva
como
colgau del estribo.
Versos
de Jorge
Soccodato
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